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El horror del legado explosivo de Kissinger continúa en el Sudeste Asiático

Alexandra Ferguson

Hong Kong (CNN) — Cincuenta años después de que Henry Kissinger impulsara la política exterior estadounidense en el Sudeste Asiático, la región sigue viviendo con las secuelas de los bombardeos y las campañas militares respaldadas por el ex secretario de Estado, fallecido la semana pasada.

En Camboya, los restos de los bombardeos de la época de la guerra de Vietnam, orquestados por Kissinger y el presidente Richard Nixon, son algunos de los vestigios de la guerra que siguen matando y mutilando a adultos y niños, año tras año.

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El país, de unos 17 millones de habitantes, también sigue recuperándose del genocidio perpetrado por el Khmer Rouge, el brutal gobierno derrocado que, según los expertos, logró conseguir adeptos animado por la desesperación que reinaba en el país tras los implacables asaltos estadounidenses.

“(Antes de los estadounidenses) el campo de Camboya nunca había sido bombardeado… pero (entonces) algo caía del cielo sin previo aviso y de repente… explotaba todo el pueblo”, dijo Youk Chhang, director ejecutivo del Centro de Documentación de Camboya, con sede en Phnom Penh.

“Cuando tu pueblo es bombardeado y te dicen que fueron unos estadounidenses los que lanzaron la bomba y cuando pierdes a tu hermana, a tus hermanos, a tus padres… ¿cuál es tu elección? Ser una víctima y morir por la bomba o luchar”, dijo Chhang, superviviente de los famosos “campos de exterminio” de Khmer Rouge, cuya organización documenta ahora el legado del régimen genocida.

Incluso hoy en día, la generación nacida después de los Khmer Rouge puede desconocer en gran medida los nombres o el legado de Kissinger y Nixon, añadió Chhang, “pero (conocen) la historia de los (bombarderos) B52 y la implicación estadounidense en Camboya”.

La muerte de Kissinger a los 100 años la semana pasada ha vuelto a poner en el foco de atención las acciones del controvertido titán de la diplomacia estadounidense, con algunas de las críticas más duras procedentes del Sudeste Asiático, donde Estados Unidos ya estaba en guerra cuando Nixon asumió el cargo en 1969.

Kissinger, que fue su asesor de seguridad nacional y posteriormente secretario de Estado, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1973 por su papel como mediador en el alto el fuego que puso fin a la participación de Estados Unidos en la guerra de Vietnam, y que se produjo tras los intensos bombardeos estadounidenses en el norte de Vietnam.

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Pero los documentos desclasificados en las últimas décadas han mostrado una imagen sin tapujos de los cálculos a puerta cerrada que llevaron a Kissinger y Nixon a intensificar los bombardeos encubiertos en Camboya y a extender una guerra secreta en Laos con el fin de cortar las líneas de suministro norvietnamitas y aplastar los movimientos comunistas en esos países.

No se sabe cuántas personas murieron durante este periodo en Camboya y Laos, que eran oficialmente neutrales en la guerra, pero los historiadores estiman que la cifra podría superar los 150.000 solamente en Camboya.

Los documentos también han revelado lo que, según los analistas, fue el papel de Gerald Ford, sucesor de Nixon, y de Kissinger a la hora de señalar la aprobación por parte de Estados Unidos de la sangrienta invasión del presidente de Indonesia, Suharto, de Timor Oriental en 1975, que se calcula que dejó al menos 100.000 muertos.

“Kissinger y Nixon veían el mundo en términos de obtener el tipo de resultados que ellos querían: las personas que estaban en posiciones más débiles o marginadas, en realidad no importaban tanto. Así que el hecho de que se convirtieran en peones involuntarios, el hecho de que se convirtieran literalmente en carne de cañón, no tenía ninguna importancia”, afirmó el politólogo Chong Ja Ian, profesor asociado de la Universidad Nacional de Singapur.

“Este tipo de acciones tienen un costo para EE.UU. en general: gran parte del escepticismo y la desconfianza sobre EE.UU. y sus intenciones se debe a acciones como las de Kissinger y Nixon”.

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Continúan las bajas

Entre octubre de 1965 y agosto de 1973, Estados Unidos arrojó al menos 2.756.941 toneladas de artillería sobre Camboya, un país aproximadamente del tamaño del estado de Missouri. Según un informe del historiador Ben Kiernan, de la Universidad de Yale, esa cantidad es superior a la lanzada por los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial.

Estos artefactos en Camboya, Laos y Vietnam, así como las minas terrestres y otros explosivos de las décadas de conflicto que siguieron en la desestabilizada región, siguen suponiendo un grave riesgo para sus habitantes. Casi 20.000 personas han muerto por minas y artefactos explosivos sin detonar entre 1979 y el pasado agosto en Camboya, y más de 65.000 han resultado heridas o muertas desde 1979, según datos del gobierno. La mayoría de esas víctimas son de minas terrestres, pero más de una quinta parte son víctimas de otros tipos de explosivos sin detonar, entre los que se incluyen los de las campañas estadounidenses, según los expertos.

Durante los primeros ocho meses de este año, cuatro personas murieron, 14 resultaron heridas y 8 necesitaron amputaciones debido a los explosivos, según datos del gobierno. Los expertos afirman que la devastación -que es especialmente grave para la población de las zonas rurales- se prolongará durante años.

“El veinte o el treinta por ciento de todo lo que se dispara y se lanza desde un avión no funciona… vamos a estar lidiando con esas cosas por aquí probablemente durante 100 años. Ese es el legado de Kissinger”, dijo Bill Morse, presidente de la organización sin fines de lucro Landmine Relief Fund, que apoya a organizaciones como Cambodia Self-Help Demining.

Ese grupo trabaja tanto para desactivar explosivos como para formar a la población en su reconocimiento. Morse afirma que los niños de todo el país suelen estar familiarizados con la forma de identificar las minas terrestres sembradas en gran parte durante años de combates regionales, pero pueden ser menos conscientes de la variedad de artefactos sin estallar, a menudo procedentes de operaciones estadounidenses, que siguen causando heridos y muertos.

“En la parte oriental del país, los niños encuentran municiones de racimo lanzadas por Estados Unidos. Juegan a atraparlas y hacen volar por los aires a niños de 10 años… (las municiones sin explotar) son el origen de las lesiones”, afirmó.

El entonces secretario de Estado de EE.UU., Henry Kissinger, y el político y diplomático vietnamita Le Duc Tho en la firma de los Acuerdos de Paz de París en 1973, que pusieron fin a la participación de EE.UU. en la guerra. Crédito: MPI/Getty Images

Legado controvertido

En general, se considera que Kissinger no asumió su responsabilidad en las decisiones tomadas durante la guerra y en el balance de la campaña de Camboya, que, según documentos gubernamentales, él ayudó a diseñar. Un diario del jefe de gabinete de Nixon describe a Kissinger como “realmente entusiasmado” cuando se implementó la campaña de bombardeos en 1969.

En una entrevista de 2014 con la emisora de radio estadounidense NPR, el diplomático eludió las críticas cuando se le preguntó sobre los bombardeos en Camboya y Laos, argumentando en cambio que las campañas de los B-52 eran menos mortíferas para los civiles que los ataques con drones en el Medio Oriente ordenados por el presidente de EE.UU., Barack Obama.

“Las decisiones que se tomaron las habrían tomado casi con toda seguridad aquellos de ustedes que están escuchando, enfrentados al mismo conjunto de problemas. Y las habrían tomado con angustia, como nosotros las tomamos con angustia”, dijo entonces.

Hoy en día, en Vietnam, Laos y Camboya, las agencias gubernamentales y otros grupos siguen trabajando para eliminar los restos explosivos de guerra, y los expertos afirman que el gobierno estadounidense se ha convertido en el mayor financiador mundial de la retirada de artefactos sin estallar y minas terrestres.

Pero los grupos de ayuda que también trabajan en este asunto afirman que Estados Unidos y otros países no deberían perder de vista las consecuencias actuales del conflicto en la región.

“Preocupa especialmente que la financiación para hacer frente a las secuelas de conflictos históricos en el Sudeste Asiático y en otras partes del mundo pueda verse comprometida si los fondos se desvían para hacer frente a nuevas crisis relacionadas con conflictos”, declaró a CNN un portavoz del Mines Advisory Group, con sede en el Reino Unido, que se dedica a la retirada de explosivos en países como Camboya, Laos y Vietnam.

“La comunidad mundial tiene una responsabilidad moral con todos aquellos en el mundo cuyas vidas siguen arruinadas por el impacto de guerras que terminaron antes de que muchos de ellos siquiera hubieran nacido”.

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