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ANÁLISIS | Una revuelta antijudía en la región rusa de Daguestán muestra los riesgos del acto de equilibrismo de Putin sobre Hamas

Melissa Velásquez Loaiza

(CNN) — El presidente de Rusia Vladimir Putin se enorgullece de ser el líder de lo que él llama una Rusia “multinacional y multiconfesional”. Y la república de Daguestán es en muchos sentidos un microcosmos de la diversidad de Rusia: la región montañosa alberga más de 30 grupos étnicos con lenguas distintas.

Pero las imágenes de una turba antisemita invadiendo el aeropuerto de Makhachkala Uytash de Daguestán han conmocionado a la comunidad judía de Rusia, avivado la indignación internacional y planteado serias dudas sobre el retroceso de la guerra de Putin contra Ucrania, ahora, en opinión del líder ruso, directamente vinculada a los acontecimientos de Gaza.

Este lunes, el líder del Kremlin celebró una extensa reunión para abordar la situación en Daguestán, donde los alborotadores —enardecidos por los rumores de que había judíos e israelíes a bordo de un vuelo de Red Wings Airlines que aterrizó este domingo procedente de Tel Aviv— irrumpieron en la terminal del aeropuerto y llegaron a la pista.

En el exterior del aeropuerto, la multitud portaba pancartas con lemas como “Estamos en contra de los refugiados judíos” y “En Daguestán no hay sitio para los asesinos de niños”.

Según la agencia estatal rusa de noticias TASS, “los congregados se oponen al conflicto palestino-israelí”.

Una multitud irrumpe en un aeropuerto ruso al aterrizar un vuelo procedente de Tel Aviv y las tensiones mundiales se disparan por la guerra de Gaza

Las autoridades dijeron que al menos 20 personas resultaron heridas y 60 fueron detenidas. El portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, Matthew Miller, dijo que el incidente “parecía un pogromo” (una palabra rusa que hace referencia a una ataque violento “realizada por una multitud enfurecida contra una colectividad, especialmente contra los judíos”, según la RAE).

La oficina del Primer Ministro de Israel y el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí emitieron un comunicado conjunto este domingo tras conocerse la noticia, en el que afirmaban que Israel esperaba que las fuerzas del orden rusas “salvaguardaran el bienestar de todos los ciudadanos israelíes y judíos dondequiera que se encuentren y tomaran medidas enérgicas contra los alborotadores y contra la salvaje incitación dirigida contra judíos e israelíes”.

En sus declaraciones de este lunes, Putin pidió a las fuerzas del orden que tomaran “medidas firmes, oportunas y precisas para ayudar a proteger el orden constitucional de Rusia, los derechos y libertades de nuestros ciudadanos y la armonía interétnica e interreligiosa”.

Pero el líder del Kremlin también dirigió el dedo acusador lejos de Rusia.

“Los sucesos de anoche en Majachkalá fueron inspirados a través de las redes sociales”, declaró Putin, insinuando que Ucrania y “las manos de las agencias de inteligencia occidentales” habían explotado las emociones desatadas en Daguestán por la implacable campaña militar israelí contra Hamas en Gaza y el aumento de víctimas civiles.

“Sólo podemos ayudar a Palestina en la lucha contra quienes están detrás de esta tragedia”, dijo Putin, añadiendo: “Nosotros, Rusia, estamos luchando contra ellos en el marco de la Operación Militar Especial”, el eufemismo oficial para la guerra que Rusia está librando en Ucrania.

Estas declaraciones requieren un análisis profundo.

Desde los atentados de Hamas del 7 de octubre, Putin ha desempeñado un delicado papel de equilibrista internacional, presentándose como posible mediador y pidiendo moderación a ambas partes, una postura que se ha ganado los elogios de Hamas.

Y en sus declaraciones de este lunes, Putin hizo su crítica más mordaz a Israel hasta la fecha, afirmando que los “horribles acontecimientos” en Gaza “no pueden justificarse” y añadió que “se te aprietan los puños y se te llenan los ojos de lágrimas” cuando ves fotos de “niños ensangrentados y muertos”.

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El presidente de Rusia, Vladímir Putin, habla durante una rueda de prensa el 18 de octubre de 2023, en Beijing, China. (Crédito: Contributor/Getty Images)

Daguestán, una tensa región de Rusia

Estas imágenes generaron claramente la ira en Daguestán, una república de mayoría musulmana que históricamente ha acogido diversas prácticas religiosas islámicas.

Tiene una minúscula población judía —el judaísmo es una de las religiones más arraigadas de Daguestán, practicada por comunidades de judíos de las montañas, que hablan una forma de persa—, pero tras siglos de coexistencia con vecinos musulmanes, esa población ha disminuido debido a la emigración.

Pero los llamamientos de Putin a contener la crisis de Gaza en los últimos días han irritado a Israel. El embajador ruso en Israel fue convocado al Ministerio de Asuntos Exteriores en Jerusalén para protestar por la visita la semana pasada a Moscú de una delegación de Hamas, según un comunicado de prensa del Ministerio de Asuntos Exteriores israelí de este domingo.

Sin embargo, Putin se dirige a públicos diferentes. Rusia tiene una compleja red de relaciones en Medio Oriente: Putin respalda al presidente sirio Bashar al-Assad (enemigo de Israel); se apoya en Irán (otro enemigo de Israel) para obtener un arsenal de aviones no tripulados para atacar Ucrania; y es un amigo entusiasta del príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman, otro actor de poder en la región.

También ha mantenido relaciones de trabajo cordiales con sus homólogos israelíes, aunque su relación con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, se ha enfriado.

Pero estas dinámicas regionales ocultan un panorama más amplio. Putin se ha lanzado a una lucha existencial contra Estados Unidos y Occidente, con Ucrania como principal campo de batalla. Su retórica —dirigida contra “quienes están detrás de esta tragedia”— parece trazar ahora una línea directa entre Ucrania y Gaza.

En sus declaraciones de este lunes, Putin acusó a Estados Unidos de atizar el actual conflicto, afirmando que “Estados Unidos necesita un caos constante en Oriente Próximo, por eso desacredita a los países que insisten en el alto el fuego inmediato en Gaza”.

En respuesta a Moscú, el coordinador de Comunicaciones Estratégicas del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Kirby, dijo que “hemos oído grillos del Kremlin” sobre la turba del aeropuerto.

“Nada, ninguna condena, ningún llamamiento para que cese el odio, la discriminación y el fanatismo”, dijo Kirby, y añadió: “Es la clásica retórica rusa de que cuando algo va como mal en tu país… culpar a otro, culpar a influencias externas”.

El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, dijo que los disturbios de Daguestán indican que Rusia está “perdiendo el control”.

Los observadores también se han apresurado a señalar que la preocupación expresada por Putin por las víctimas civiles en Gaza suena hueca.

Su ejército continúa una guerra despiadada contra Ucrania, una campaña que ha tenido como objetivo la infraestructura civil y arrasado ciudades, y la Corte Penal Internacional (CPI) emitió una orden de arresto contra el presidente de Rusia por la conducta de su país durante la guerra.

Pero Putin cuenta con una estrategia que ya ha obtenido dividendos: a nivel internacional, los diplomáticos de Moscú han estado impulsando una ofensiva global de relaciones públicas que presenta a Rusia como una firme potencia anticolonialista, ganando apoyo en el Sur Global, incluso mientras lleva a cabo una guerra de conquista en Ucrania.

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Una furgonetas de la Guardia Nacional rusa aparca en el aeropuerto de Makhachkala, Daguestán, el 30 de octubre de 2023. (Crédito: AFP/Getty Images)

Retórica antiisraelí

Medios de comunicación estatales rusos se han hecho eco de esa narrativa en casa. Desde los ataques de Hamas a Israel el 7 de octubre, algunos comentaristas y políticos de la televisión estatal rusa han intensificado sus críticas a Israel, ya que la guerra de Gaza distrae convenientemente la atención internacional de Ucrania.

El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Ucrania, Oleh Nikolenko, acusó a Moscú de intentar desviar la responsabilidad. “Las amenazas de exterminar a los judíos son fruto del trabajo de la propaganda estatal rusa, que durante décadas cultivó entre los rusos sentimientos de odio hacia otros pueblos”, señaló.

Pero, como demostraron los disturbios de Daguestán, la retórica antiisraelí puede salirse rápidamente del guión.

A principios de este mes, Ramzan Kadyrov, el señor de la guerra pro-Kremlin que gobierna la vecina república rusa de Chechenia, expresó su “total apoyo” a los palestinos y lanzó la idea de desplegar sus fuerzas “pacificadoras” para resolver el conflicto entre Israel y Hamas.

Puede parecer una idea descabellada —Kadýrov tiene un pésimo historial en materia de derechos humanos—, pero durante casi dos décadas, el hombre fuerte de Chechenia ha ayudado a Putin a mantener una paz brutal e incómoda en el norte del Cáucaso ruso, región que incluye Daguestán. Kadyrov también ha proporcionado soldados de infantería para la guerra de Rusia en Ucrania.

Por ello, es probable que mantener la paz en Daguestán centre las mentes del Kremlin. El año pasado estallaron protestas en la república en respuesta a las órdenes de movilización del Gobierno ruso, y algunos activistas se quejaron de que las minorías étnicas estaban siendo reclutadas injustamente para servir en Ucrania. La guerra de Gaza añade una cerilla más al fuego.

En un agudo comentario sobre los sucesos de este domingo, Harold Chambers, del sitio independiente de observación de Rusia Riddle Russia, señaló la pésima situación económica de Daguestán y la guerra de Ucrania como factores que alimentan el descontento local.

“El intento de pogromo no sólo tiene sus raíces en los mensajes antisemitas, sino en la dinámica sistémica de la región”, escribió.

“Las condiciones socioeconómicas generales de la república siguen deteriorándose. Las necesidades básicas para vivir, como la electricidad, el agua y el gas, se suministran de forma irregular, lo que dio lugar a pequeñas protestas sostenidas hace tan sólo unos meses. Además, la guerra de Rusia en Ucrania ha afectado gravemente a Daguestán, con un número considerable de víctimas. Los llamados públicos y las pequeñas acciones no suelen tener éxito, y las autoridades las hacen a un lado”.

La periodista de investigación rusa Yevgenia Albats fue igualmente tajante en su análisis.

“¿Hay antisemitas en Majachkalá?”, escribió en X. “Sí, claro. ¿Han estado allí antes? Sí, claro. ¿Qué ha pasado ahora? 20 meses de guerra, subida de precios, cientos, si no miles de hombres muertos, la presión se acumula y requiere una liberación”.

La campaña de información de Rusia, añadió, es una herramienta conveniente, que presenta “una imagen para Medio Oriente, Irán, para el Sur Global: Rusia está con ustedes, Putin es el líder del mundo antiamericano”.

Putin lleva meses jugando un arriesgado juego geopolítico, apostando por la desconfianza antioccidental para apuntalar el apoyo a su guerra contra Ucrania. Pero una revuelta antijudía en la región meridional de Daguestán demuestra lo rápido que ese modelo puede volverse en contra, sobre todo para quienes están atrapados en el eco de la propaganda estatal rusa.

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