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Así se vivió dentro de un avión cazahuracanes la intensificación de Idalia a huracán categoría 4

KIFI

Alexandra Ferguson

(CNN) — La advertencia llegó pronto.

Justo al principio, antes de despegar, un piloto me dijo que sería un viaje muy duro. Me avisó que el ciclón se estaba intensificando tan rápidamente que iba a provocar una gran cantidad de tornados y turbulencias.

Me lo advirtió. Volé sobre el huracán Dorian en 2019 con los cazadores de huracanes de la Reserva de la Fuerza Aérea de Estados Unidos cuando Dorian era de categoría 5 sobre las Bahamas y fue un viaje completamente tranquilo. Así que el tamaño del huracán no significa necesariamente que el viaje vaya a ser más accidentado.

Cómo ayudar tras el paso del poderoso huracán Idalia

El avión Hércules WC-130J del 53° Escuadrón de Reconocimiento Meteorológico partió de la Base Keesler de la Fuerza Aérea en Biloxi, Mississippi, este martes a las 11 p.m. ET.

Idalia tocaría tierra como un huracán de categoría 3 con vientos sostenidos de 200 km/h alrededor de las 7:45 a.m. del miércoles en la región de Big Bend de Florida, donde el noroeste del estado se encuentra con la península. Su marejada ciclónica batió récords desde Tampa hasta esta zona.

Miembros de la tripulación a bordo del avión WC-130J Super Hercules durante el huracán Idalia. Crédito: Victoria Kennedy/CNN

Cambio de planes en pleno vuelo

Fue un viaje muy corto hasta las bandas exteriores del huracán sobre la costa del Golfo. Se tardó algo menos de 30 minutos en llegar al borde del ciclón.

En el último minuto, el Centro Nacional de Huracanes cambió nuestro plan de vuelo y nos hizo entrar en una parte diferente del sistema en lugar del punto de entrada original.

Se trataba del vuelo de recalada, técnicamente el último vuelo antes de que el huracán toque tierra. Se suponía que solo íbamos a estar en el aire unas ocho horas. Al final estuvimos en vuelo algo más de 10 horas. El centro de huracanes decidió mantenernos en el ojo todo el tiempo que pudiéramos antes de tocar tierra y nos obligaron a hacer lo que se llama patrullas costeras, subiendo y bajando por la costa a muy baja altitud para obtener lecturas de la fuerza del viento y de las temperaturas. Hicimos una docena de pasadas por la costa de Florida.

Antes de despegar, el teniente primero Zach McDermott, piloto del 53º Escuadrón de Reconocimiento Meteorológico, me dijo que me asegurara de estar en mi asiento el mayor tiempo posible. Me di cuenta de que sabía que iba a ser un viaje duro. Toda la tripulación de vuelo fue increíble. Me dieron auriculares para que pudiera escuchar todo el tiempo las conversaciones entre el meteorólogo de a bordo, el navegante, el director de vuelo y el piloto.

Interior de un avión WC-130J Super Hercules en una misión sobre el huracán Idalia. Crédito: Victoria Kennedy/CNN

Cada uno tenía un trabajo específico. El mejor del avión es el meteorólogo de a bordo, porque su trabajo es supervisar el radar. Desde el momento que penetramos en el huracán, se concentró en el radar, buscando las señales de los tornados y las turbulencias. Le transmitía la ubicación al navegante, que a su vez le decía al piloto cómo evitar las turbulencias para que, literalmente, no nos topáramos de bruces con un tornado dentro del huracán.

“Esto es algo que pasa en las películas”

La única vez que mi alma abandonó mi cuerpo, me encontraba en la cabina de vuelo con los pilotos. Estaba oscuro la mayor parte de nuestro vuelo. Los relámpagos eran muy intensos, y el granizo que golpeaba el avión se hacía sentir.

“Estamos a punto de atravesar la pared del ojo”, dijo un miembro de la tripulación.

Estoy sentada arriba con los pilotos. Nos balanceábamos y, de repente, los controles de vuelo empezaron a gritar:

“Comprobar altitud. Comprobar altitud. Comprobar altitud. Acelera. Acelera”. Y yo pensaba ‘Oh Dios mío, esto es algo que pasa en las películas’”.

Y los pilotos estaban tranquilos, calmados y serenos, y nos dirigieron muy bien. Fue increíble. Tuvimos un momento en el que caímos muy rápido porque golpeamos una depresión y todo el mundo en el avión, literalmente, levitó. Estábamos como en el aire. De nuevo, los cazadores de huracanes ni se inmutaron. Yo estaba sentada allí, con mi alma abandonando mi cuerpo.

Soy un poco adicta a la adrenalina; estuve a punto de entrar en la Marina porque quería ser piloto de caza. Así que ahora mi sueño es, como periodista, volar con estos tipos y mostrarle al mundo lo geniales que son. Y así es como acabé volando alrededor del huracán Dorian. Todo el mundo estaba muy serio en este vuelo. Creo que sabían lo duro que iba a ser. Mi plan era “bueno, no tengo que enloquecer y simplemente debo ir con su tono”. Eso es lo que hice.

Tuvimos una gran caída en cuestión de segundos. Nada del otro mundo.

“Fue bastante intenso”, dijo un miembro del equipo.

“Sí, fue el golpe más grande que he sentido”, dijo otro.

“¿Qué te parece, Victoria?”

Fue una locura. Estuve conteniendo la respiración todo el tiempo.

Sí, acabamos de alcanzar la categoría 4

Minutos después de las fuertes turbulencias que indicaban la rápida intensificación del huracán, empezaron a llegar lecturas de las boyas meteorológicas y de los sensores que miden la temperatura, la presión, el viento y la humedad de la atmósfera.

“Sí, acabamos de alcanzar la categoría 4”, anunció el piloto.

Pasamos de la categoría 2 a la 4 en poco tiempo. Estuvimos en el ojo del huracán unas ocho horas. Entrando y saliendo en zigzag, penetrando en distintas partes de la pared del ojo y volviendo a entrar en él. Sabíamos que estábamos en el ojo y fue entonces cuando todo el mundo se levantó. Iban a beber agua.

En el ojo en sí, estaba muy tranquilo. No había turbulencias. En cuanto empezamos a balancearnos un poco todo el mundo corrió a sus asientos y se sentó. A medida que íbamos entrando y saliendo, podías sentir cada vez que volvíamos a entrar en la pared del ojo. Podías sentir la intensidad de la turbulencia un poco más, luego un poco más, y un poco más. Cada vez más.

Es un avión grande. Cuando se inclina hacia un lado, realmente se inclina hacia un lado. Es una gran inclinación hacia adelante y hacia atrás, casi como si estuvieras en un gran petrolero en el océano con grandes olas. Se siente una gran caída y luego un gran retroceso. Y luego cae hacia la parte delantera. La nariz baja un poco. Luego tienes la sacudida violenta, también, por el viento realmente intenso. Tienes todo esto combinado.

El piloto era “nuevo en esto”

En la cabina de vuelo hay pequeñas literas para los pilotos. Hay cuatro pilotos a bordo en todo momento: dos en los asientos, y los otros dos están obligatoriamente tumbados intentando dormir la siesta. Los cambian cada dos o tres horas, dependiendo de la duración del vuelo.

Durante algunas de nuestras turbulencias más duras, esos tipos seguían caminando, aferrándose a lo que podían porque tenían un trabajo que hacer. El trabajo de todos es tan vital para la misión y tan crucial para la seguridad del vuelo que no pueden parar cuando hay turbulencias. Tienen que seguir haciendo lo que tienen que hacer. Era un asunto serio. Horas más tarde, el avión se acercó a Keesler sobre el agua brillante y aterrizó sin problemas. Se sentía bien volver a pisar tierra firme.

Una vez de vuelta en la base, la tripulación parecía relajada. Estuve con ellos más de 10 horas, desde el informe previo al vuelo, pasando por el aterrizaje y el desembarque, y fue literalmente la primera vez que respiraron aliviados. Estaban bromeando. Fue como aflojarse la corbata al final de un duro día de trabajo.

McDermott es relativamente novato en la caza de huracanes. Es un piloto joven, pero es bueno en lo que hace. Hizo un trabajo increíble. Me sorprendió saber que solo ha estado volando con los cazadores de huracanes durante poco más de un año.

Estaba tan tranquilo y calmado bajo presión. Y sabía exactamente qué hacer. Se comunicaba con tanta precisión y calma a través de los auriculares con todo el mundo cuando estábamos en territorio peligroso.

Incluso me preguntó: “¿Me enviarías algunas de las fotos que tomaste desde la cabina de vuelo?” Me dijo: “Soy nuevo en esto, así que no tengo muchas fotos”.

— Ray Sanchez de CNN contribuyó con este reportaje.

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