El acuerdo de Disney con OpenAI es una apuesta de US$ 1.000 millones sobre el futuro del contenido de baja calidad
Análisis de Allison Morrow, CNN
A simple vista, el plan de Disney para invertir US$ 1.000 millones en OpenAI y licenciar sus personajes a Sora parece como si un gigante se rindiera ante un pequeño rival. ¿Por qué Disney abriría su valiosa propiedad intelectual al público para que hagan lo que quieran? Es la misma propiedad intelectual por la que históricamente sus abogados te habrían demandado si tan solo pensabas en hornear un pastel con la imagen de Simba para la fiesta de cumpleaños temática de “El Rey León” de tu hijo.
¿Y por qué otorgaría esa licencia a OpenAI el mismo día que envió una carta de cese y desistimiento a Google, alegando que el gigante de las búsquedas infringía los derechos de autor de Disney a gran escala? Este es el mismo Disney que hace apenas seis meses se asoció con Universal para demandar a Midjourney, otra empresa de inteligencia artificial generativa, por hacer esencialmente lo que la gente usando Sora ahora podrá hacer con el permiso de Disney.
La respuesta es que Disney necesitaba una cobertura para el futuro de la inteligencia artificial.
Después de todo, el panorama para la tecnología es incierto, y los inversionistas están cuestionando cada vez más la sensatez de los enormes compromisos de gasto de la industria, especialmente de OpenAI.
Sin embargo, el gigante global del entretenimiento no puede darse el lujo de quedarse fuera si la tecnología termina transformando la manera en que la gente crea e interactúa con el mundo. Y Disney, siendo Disney, encontró una forma de tener un lugar en la mesa sin abrir otro frente legal.
Al igual que Ricitos de Oro —una propiedad intelectual que Disney no posee, por cierto—, OpenAI resulta ser la opción adecuada para la casa del ratón.
“Creo que Midjourney es demasiado pequeña… y Google probablemente demasiado grande”, dijo Matthew Sag, profesor de derecho en inteligencia artificial y aprendizaje automático en la Universidad de Emory, en un correo electrónico. “Disney y Google chocan en tantas cuestiones (solo piensen en YouTube) que tomaría una eternidad resolver todos los conflictos comerciales. Además, es difícil imaginar a Disney obteniendo participación accionaria en Google”.
Para ser claros: Disney no le está entregando las llaves de su propiedad intelectual a OpenAI de forma indefinida. En una entrevista con “Squawk on the Street” de CNBC el jueves, el CEO de Disney, Bob Iger, aclaró que el acuerdo de licencia de tres años incluye solo cerca de un año de exclusividad para OpenAI. Después de eso, Disney puede negociar su propiedad intelectual con otras empresas de inteligencia artificial.
Y, de manera crucial, Disney no está incluyendo las voces de los personajes en el acuerdo, un hecho que Iger enfatizó más de una vez en la entrevista junto al CEO de OpenAI, Sam Altman. (Eso es muy al estilo Úrsula. Ariel, por supuesto, estuvo bien sin su voz, pero un montón de Moanas generadas por IA que no pueden cantar o Yodas que no pueden hablar parecerían aburrir muy rápido. Por otro lado, la próxima vez que escuches al Pato Donald podría sonar un poco diferente. ¿Tal vez incluso más elocuente?)
“Siempre hemos visto el avance tecnológico como una oportunidad, no una amenaza”, dijo Iger a CNBC. “Ninguna generación humana jamás se ha interpuesto en el camino del avance tecnológico, y no pretendemos intentarlo”.
En resumen: Disney logra establecer algunos límites sobre cómo aparecen sus personajes en Sora, cobra regalías de OpenAI y, como cereza en el pastel, obtiene US$ 1.000 millones en participación accionaria en una de las empresas emergentes más grandes del planeta.
¿Y OpenAI? Consigue alimentar su generador de videos de inteligencia artificial con unos 200 personajes de Disney que los usuarios podrán manipular casi como quieran. También obtiene algo de efectivo muy necesario, aunque US$ 1.000 millones no son mucho comparado con los US$ 1,4 billones que debe a varias empresas en los próximos años.
Quizás lo más importante para OpenAI es que, al menos por un tiempo, no será demandada por Disney.
La estrategia de Iger no está exenta de riesgos. Permitir que tu propiedad intelectual más valiosa entre en el mundo de la inteligencia artificial —incluso si es sofisticada como la de Sora— corre el riesgo de diluir la marca y alejar a los creadores humanos detrás de los personajes queridos. Pero parece que Iger está apostando a que la propiedad intelectual podría ser vulnerable de cualquier manera si la inteligencia artificial generativa se vuelve tan poderosa y popular como dicen los defensores como Altman. Y por el precio de US$ 1.000 millones, puede asegurarse un lugar en la mesa.
El acuerdo ofrece a Disney la garantía de OpenAI de que no permitirá a los usuarios generar contenido ilegal, dañino o inapropiado para menores, según informaron las compañías. Iger también enfatizó en CNBC que estar en Sora no significa que la gente podrá hacer sus propios videos de fan fiction de “Ratatouille” de larga duración, ni nada por el estilo.
“Seamos conscientes de que se trata de videos de 30 segundos. No estamos hablando de crear cortometrajes ni películas”, dijo Iger. “Esta es una forma de que nosotros, como empresa, realmente proporcionemos experiencias a audiencias especialmente jóvenes que interactúan con nuestros personajes de nuevas maneras.”
(Traducción: Sora no es precisamente Pixar, amigos. Es un juguete para niños. Al menos, por ahora).
En resumen: Disney e Iger ven en OpenAI una marca popular con mucho potencial, pero a la que pueden influir con relativa facilidad. OpenAI, que nunca ha obtenido ganancias y necesita desesperadamente consumidores dispuestos a pagar por sus productos, necesita a Disney mucho más de lo que Disney necesita a OpenAI.
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