Crisis climática: los campos de golf viven en tiempo prestado a medida que los patrones climáticos de la Tierra se vuelven más impredecibles
Alexandra Ferguson
(CNN) — Los cerca de 30 campos de golf del condado de Salt Lake, en Utah, consumen alrededor de nueve millones de galones de agua al día para mantenerse verdes, lo que equivale a más de 13 piscinas olímpicas.
El cuidado del césped de los campos de golf también implica el uso de fertilizantes con alto contenido en carbono, una cantidad impresionante de poda y, en muchos casos, la tala de bosques o árboles que absorbían dióxido de carbono para dar paso a largas extensiones de calles.
En otras palabras, el golf es un deporte sucio que está destruyendo el planeta. Pero no tiene por qué serlo.
El impacto del golf en el clima y el medio ambiente ha dado lugar a crecientes llamamientos para que este deporte sea más sostenible, incluso para que se juegue en campos totalmente secos, como ha hecho la leyenda del golf Tiger Woods.
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Y no se trata solo de salvar el planeta, sino de salvar el propio deporte, ya que la crisis climática amenaza con transformar muchos campos en pantanos lodosos.
El presidente de la Sociedad Estadounidense de Arquitectos de Campos de Golf (ASGCA, por sus siglas en inglés), Jason Straka, explicó a CNN Sport cómo la crisis climática ha afectado al golf en Florida, amenazada por las inundaciones, y en Ohio y Utah, afectados por un clima más cálido de lo habitual e incluso por la sequía.
“Antes los clubes no tenían que cerrar después de una lluvia de 50 milímetros, ahora sí. También experimentan inundaciones en los días soleados”, dijo Straka.
En Miami, las autoridades están elevando los desagües públicos a un mínimo de un metro, pero más del 50% de los campos de la ciudad están por debajo de este mínimo, lo que hace saltar las alarmas a Straka.
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“Si no lo hacen y no lo levantan, van a estar en una bañera cada vez más profunda”, dijo. “Si creen que tienen problemas ahora, en 10 años van a ser un pantano”.
Pero cambiar acarrea costos, y ahí es donde los críticos del golf vuelven a encontrar su voz: los campos ya no son sostenibles.
Mientras que los campos del este de Estados Unidos se ven amenazados por el cambio de los patrones de lluvia, los mortíferos incendios forestales que asolan el oeste, incluso en California, han provocado una mala calidad del aire y el cierre de campos en los últimos años.
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Menos crudo, pero no por ello menos preocupante, es el aumento de las temperaturas en Ohio, donde se está infestando de hierba Bermuda, una hierba de estación cálida que puede ser difícil de controlar.
Los campos de golf se han visto afectados tanto por las sequías, como por las inundaciones.
Lluvia, fuego, inundaciones y hielo
La situación en Australia es similar: el Lynwood Country Club, al noroeste de Sydney, se inundó en 2020 y de nuevo a principios de este año.
En un momento dado, partes del campo estaban a casi 8 metros bajo el agua, mientras que en la costa de Nueva Gales del Sur, Nambucca Heads recibió 10,7 metros de lluvia en tan solo ocho días.
En la misma costa oriental, a unos 560 kilómetros al sur de Sydney, en el estado de Victoria, el club de golf de Mallacoota estuvo a punto de perecer durante los incendios forestales de 2019 y 2020, y sus calles fueron un santuario para los habitantes del pueblo. El Club Catalina, más arriba en la costa de Nueva Gales del Sur, rompió el cortafuegos que amenazaba con acabar con el pueblo.
Pero en un país acostumbrado a los incendios forestales regulares, los campos se están adaptando intentando captar el agua cuando llueve mucho para utilizarla para el riego del campo, o incluso para apagar los incendios.
“Los campos de golf de Australia, en general, tienen algún tipo de almacenamiento de riego que es muy útil para combatir los incendios”, dijo el presidente de la Sociedad de Arquitectos de Campos de Golf de Australia (SAGCA, por sus siglas en inglés), Harley Kruse, a CNN Sport, concordando con los comentarios de Straka sobre las previsiones futuras.
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“El año pasado, en Sydney, hubo una inundación de 1 en 100 años. Vamos a tener un aumento de tormentas, que pueden ser de viento, lluvia, ciclón o un mayor aumento de eventos de sequía. Los campos de golf tienen que ser flexibles y más comprensivos”.
Su colega australiano Tim Lobb, presidente del Instituto Europeo de Arquitectos de Campos de Golf (EIGCA, por sus siglas en inglés), promueve la naturalización y la reducción de la hierba en Turquía para disminuir el consumo de agua: entre el 15 y el 20% de la superficie que era de césped fino utilizará una especie de hierba que requiere de menor mantenimiento.
En las regiones más frías, los campos de golf costeros de las Islas Británicas se enfrentan a un futuro muy incierto, sobre todo el quinto campo más antiguo del mundo, el de Montrose, a pocos kilómetros de la costa de Carnoustie, una de las principales sedes de los campeonatos, donde en los últimos 30 años el mar ha invadido casi 70 metros, según un estudio publicado en 2016.
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Con la previsión de que el nivel del mar aumente un metro en los próximos 50 años, el campo de golf de St. Andrews, en Escocia, podría convertirse en un pantano como Miami en 2050.
En Islandia, Edwin Roald, renombrado arquitecto islandés y fundador de Eureka Golf, una empresa “comprometida con la mitigación del cambio climático a través del golf”, dijo a CNN cómo la mayor frecuencia de los ciclos de congelación y descongelación del agua en los climas más fríos del hemisferio norte se está convirtiendo en un peligro real para los campos.
“Tenemos muchos problemas con el agua congelada […] y muchas inundaciones repentinas, repetidamente durante el invierno. Esto permite que se produzca sin que el agua erosione el terreno”.
“La muerte por heladas, producida por la asfixia del césped bajo la capa de hielo, es una amenaza mayor y creciente. Esto causa daños económicos a los campos que abren en primavera con el césped muerto”.
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Paneles solares y podadoras robotizadas
En la cumbre COP26, celebrada en la ciudad escocesa de Glasgow, la asociación GEO Foundation for Sustainable Golf, con sede en North Berwick, mostró a una audiencia virtual cómo el golf está aprendiendo a ser un campeón entre los organismos deportivos para un planeta más verde.
Woburn, el campo anfitrión del Open Británico Femenino de 2019, construyó su propio embalse en 2013 para captar el agua de lluvia para regar su césped, y más recientemente perforó un pozo para aprovechar el agua del subsuelo. La empresa que gestiona el campo afirma que la nueva infraestructura debería hacer que Woburn sea totalmente autosuficiente, de modo que no está utilizando agua que de otro modo podría usarse para beber y para uso doméstico.
Mientras que en el Club de Golf Remuera, en Auckland, las emisiones de dióxido de carbono (CO2) se redujeron en casi 25 toneladas entre 2018 y 19, gracias a la reducción de electricidad en el club.
El club finlandés Hirsala Golf pretende tener 40 podadoras robotizadas que funcionen con electricidad procedente de fuentes renovables para 2022, reduciendo el uso de 1.000 litros de combustible diésel, mientras que los paneles solares del Golf de Payerne, en Suiza, han ahorrado 1.080 toneladas de CO2.
De vuelta en Islandia, el país está midiendo el estado de las emisiones de carbono de sus 65 campos de golf a través del proyecto Carbon Par, convirtiéndose en el primer país donde se juega golf en realizar esta medición.
Una vista general del Club de Golf Woburn el 19 de septiembre de 2019.
“El método que se está utilizando para producir esta estimación, con suerte, otros podrán usarlo en el futuro. Para mejorar, primero tienes que saber dónde estás”, dijo Roald.
“Los campos de golf secuestran una cantidad considerable de carbono, que creo que poca gente asocia con el golf. Por otro lado, el golf es un gran usuario de la tierra y está obligado a utilizar los humedales en algunos lugares. Las emisiones producidas al drenar los humedales son muy grandes”.
Los bosques, las turberas, los desiertos y la tundra pueden absorber y mantener reservas de CO2. De todo el carbono que contienen los ecosistemas terrestres, alrededor del 34% se encuentra en los pastizales, según datos del Instituto de Recursos Mundiales. No es mucho menos que el 39% que contienen los bosques. Por tanto, que un campo de golf absorba una buena cantidad de dióxido de carbono depende de cómo se gestione y de si destruye tierras más valiosas en primer lugar.
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Roald añadió: “Es solo cuestión de tiempo que la industria del golf se pregunte qué podemos hacer con esos humedales: ahí es donde podemos tener el mayor impacto”.
El clamor por el cambio climático ha llamado la atención de una de las voces más reconocidas del golf, Rory McIlroy, uno de los muchos deportistas de alto nivel que recorren enormes distancias en avión.
“No me autoproclamaría un defensor ecológico, pero soy alguien que no quiere dañar el medio ambiente”, dijo el norirlandés que vive en Florida a los medios de comunicación en el DP World Tour Championship de Dubái.
“Vivo en una parte del mundo en la que los huracanes son muy frecuentes y cada vez lo son más con el paso de los años. Creo que todos podemos poner nuestro granito de arena de una forma u otra”.
“Jugamos en grandes terrenos que ocupan mucha agua y muchas otras cosas que quizá podrían aprovecharse mejor”.
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Antes de viajar al mundialmente conocido Royal Melbourne en Australia, Kruse se refirió a los comentarios realizados en 2019 por Tiger Woods y Ernie Els en la Presidents Cup.
Para ir al grano, ambos jugadores hablaron muy bien de la configuración natural del campo: en esencia, al igual que en muchos campeonatos del Open anteriores, el campo estaba seco y vastas zonas del rough e incluso las calles se habían quedado sin agua, “dejando que la madre naturaleza provea los elementos para jugar”, dijo Kruse.
Los campos de golf bien regados y cuidados suelen ofrecer unas condiciones más suaves que producen mejores resultados e imágenes televisivas más bonitas, pero Els y Woods aprovecharon la oportunidad para elogiar otro enfoque que se convertirá en la norma a medida que los campos busquen prácticas sostenibles.
Tanto Els como Woods hablaron de las ventajas de jugar en un campo seco, como el de Australia.
Una vista general del campo de golf Royal Melbourne antes de la Copa de Presidentes 2019.
Kruse dijo que apenas podía creer lo que veían sus ojos cuando a principios de este año vio en la televisión a un equipo de personal de mantenimiento utilizando sopladores de hojas a gasolina para secar el rough, y añadió que los campos estadounidenses probablemente tienen más aspersores por campo de golf y riegan más superficie de césped en comparación con los campos de, por ejemplo, Australia o las Islas Británicas.
“Teniendo en cuenta la sequía de California de hace unos años, esperaría que no hayan vuelto a las andadas y se replanteen la situación”, dijo Kruse.
“No se necesitan 2.000 aspersores de riego de valla a valla para mantener el campo vivo. Puedes dejar que las cosas se sequen”.
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