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¿Qué implica la victoria de Lula da Silva para América Latina?

Germán Padinger

(CNN Español) — Después de una larga campaña y de dos vueltas electorales, Luiz Inácio Lula da Silva fue elegido este domingo presidente de Brasil y se prepara para encarar su tercer mandato —tras una primera experiencia entre 2003 y 2010— mientras toda América Latina se pregunta cómo impactará el resultado en el país más grande e importante de la región.

Lula da Silva había sido el candidato más votado en la primera vuelta del 8 de octubre, logrando el 48,2% de los votos contra el 43,2% de Jair Bolsonaro, actual presidente que buscaba la reelección. Ambos se volvieron a enfrentar este domingo en segunda vuelta, en la que Lula da Silva obtuvo un ajustado triunfo con el 50,9% de los votos, frente al 49,1% de Bolsonaro.

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Tras confirmarse su victoria, Lula da Silva habló de una “resurrección” política y dijo a sus simpatizanes: “Trataron de enterrarme vivo y estoy aquí”.

El giro en Brasil: ¿qué significa para América Latina?

Los giros políticos se han convertido en tendencia en América Latina, especialmente debido al fuerte impacto de la pandemia de covid-19 en los Gobiernos, y en las últimas elecciones en la región ha sido normal que los oficialismos pierdan y la oposición los reemplace en el poder: este año ha habido cambio de Gobierno en Brasil, Colombia y Costa Rica, en 2021 lo mismo ocurrió en Ecuador, Honduras, Perú y Chile, al igual que en 2020 en Bolivia y República Dominicana.

Luiz Inácio Lula Da Silva habla después de ser elegido presidente de Brasil, el 30 de octubre de 2022 en Sao Paulo, Brasil. (Crédito: Alexandre Schneider/Getty Images)

Lula da Silva, ex líder sindical y referente del Partido de los Trabajadores (PT), es un ícono de la izquierda y el progresismo en toda la región, y reemplazará precisamente a Bolsonaro, un ex militar y lídera ultraderechista del Partido Liberal. Esto significa un giro notable en un Brasil que, al juzgar por el resultado electoral, está profundamente dividido, y en el que el PT aún sigue dañado por varios casos de corrupción en los últimos años, que llevaron a Lula da Silva a ser condenado a prisión —el presidente electo niega haber cometido delitos— y luego liberado tras anularse la condena por defectos procesales —la justicia ordenó que los juicios reiniciaran—.

Esta nueva izquierda en América Latina, representada también por Gustavo Petro en Colombia y Gabriel Boric en Chile, entre otros elegidos recientemente, es, sin embargo, distinta a aquella primera ola de líderes progresistas a comienzos de los 2000 —a veces caracterizada como parte de una “Socialismo del siglo XXI”— y de la que Lula da Silva formó parte.

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Como símbolo de la nueva época, Lula da Silva ganó las elecciones llevando a Geraldo Alckmin, del Partido Socialdemócrata de Brasil, como candidato a vicepresidente. Este exgobernador de São Paulo que compitió en elecciones presidenciales contra Lula da Silva en 2006 y contra Bolsonaro en 2018 es considerado un centrista conservador que ofrece un contrapeso precisamente al PT.

La estrategia electoral no es precisamente nueva: Dilma Rousseff, protegida de Lula da Silva que lo sucedió como presidenta de Brasil en 2011, llevó como vicepresidente a Michel Temer, del Movimiento Democrático Brasileño, por razones similares, y éste terminó convirtiéndose en enemigo de Rousseff y su reemplazante cuando la presidenta fue destituida en 2016.

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Así, Lula da Silva asumirá en medio de grandes expectativas de cambio de parte de buena parte de la población, pero también lo hará en un mundo muy distinto al de 2003, con un Brasil profundamente dividido donde la comida es una de las principales preocupaciones y crece la presión sobre el Amazonas, constituido en símbolo y batalla central del cambio climático.

“A partir del 1 de enero de 2023, gobernaré para los 215 millones de brasileños, no solo para los que votaron por mí. No hay dos Brasiles. Somos un país, un pueblo, una gran nación”, dijo Lula da Silva el domingo por la noche.

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El papel de Brasil en el mundo

Cuando Lula da Silva inició su primer Gobierno en 2003 recibió un país ordenado aunque desigual, y su llegada coincidió con el inicio de una etapa de precios internacionales altos para las materias primas. Esto, sumado a una política económica de reducción se gastos, pago de deuda y apoyo a la creación de empleo, llevó a que la economía brasileña experimentara años de alto crecimiento, que además de planes sociales como Hambre Cero, tuvo un impacto notable en la reducción de la pobreza.

Al mismo tiempo, los ataques terroristas del 11 de septiembre desviaron la atención de Estados Unidos en la región, y la asertividad de Brasil creció enormemente, llegando a formar parte del grupo de los BRICS (Brasil, Russia, India, China y Sudáfrica). Para el año 2011, Brasil se había convertida en la sexta economía más grande del mundo, en parte por la caída de los países más ricos en el contexto de la Gran Recesión iniciada en 2009.

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En aquellos años Lula da Silva también se mostró crítico del orden internacional: fue un promotor de la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, y reaccionó a la crisis financiera global de 2008 y 2009 diciendo que “no podemos convertirnos en víctimas del casino erigido por la economía estadounidense”.

El Gobierno de Bolsonaro, en cambio, heredó un Brasil apenas saliendo de una larga recesión, y recibió el duro golpe de la pandemia de covid-19. El peso global del país, aquejado por años de crisis política y económica, se resintió, y su economía cayó al puesto 12.

Las condiciones favorables de 2003 ya no están ahí, pero sigue habiendo expectativas de que el nuevo Gobierno de Lula da Silva pueda restaurar el crecimiento, un objetivo muy difícil, y la región observa el comportamiento de su economía y mercado más grande.

El Amazonas, en el centro

Durante los dos primeros Gobiernos de Lula da Silva y luego Rousseff, Brasil llegó a ser considerado un modelo en materia políticas ambientales, reduciendo significativamente la deforestación del Amazonas, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), y comprometiéndose en 2015, con la firma del Acuerdo de París, a reducir las emisiones de carbono en un 37% para 2025.

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Sin embargo, la llegada de Bolsonaro al poder planteó un retroceso: tanto la deforestación del Amazonas, que concentra el el 19% del bosque tropical primario, como las emisiones de carbono aumentaron, según el INPE, en medio críticas del Gobierno a las regulaciones medioambientales.

Las medidas de Bolsonaro llevaron a un relativo aislamiento del país en el mundo, especialmente criticado por países de la Unión Europa, especialmente de Francia. Ahora, con el triunfo de Lula da Silva, hay expectativa de que esto se revierta.

En su programa de Gobierno, Lula a Silva pone el foco en el desarrollo sustentable, y en el caso del Amazonas asegura que es “imperativo” poner fin a la desforestación. Además, propone combatir duramente la minería ilegal en la región y mejorar la reglamentación minera existente.

La relación con Argentina

Brasil y Argentina comparten una frontera de 1.263 kilómetros de extensión, y durante buena parte del siglo XIX y principios del XX fueron rivales regionales, llegando a pelear una guerra entre 1825 y 1828.

Desde hace décadas, sin embargo, los países, los dos más grandes de Sudamérica, son socios comerciales de primer orden y mantienen importantes acuerdos de cooperación internacional, entre los que destacan la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC), el Centro Argentino Brasileño de Biotecnología (CABBIO) y el Centro Argentino Brasilero de Nanotecnología (CABN).

Brasil es el principal socio comercial de Argentina: en 2021, según datos de la Cancillería de Argentina, fue el primer destino de sus exportaciones, por un total US$ 11.768 millones o el 15,1% del total, y el segundo destino de sus importaciones —por detrás solo de China— por un total de US$ 12.441 millones o el 19,7% del total.

Argentina, en tanto, es uno de los principales socios comerciales de Brasil, que en 2020 exportó productos por US$ 8.570 millones o un 4% del total, convirtiéndolo en un destino importante, solo por detrás de China y Estados Unidos. En tanto, Brasil importó productos argentinos por un US$ 7.670 o el 4,78% del total de ese mismo año, por detrás de China, Estados Unidos y Alemania.

El intercambio comercial entre ambos países, sin embargo, se ha estado reduciendo en los últimos años, en medio del estancamiento económico de ambos países y el crecimiento de China. De acuerdo con un documento del Ministerio de Desarrollo Productivo de Argentina, a comienzos de la década de 2000 Brasil representaba entre el 25% y el 26% del intercambio comercial total de Argentina, mientras que en 2020 se había reducido a 17%.

Además, Argentina está gobernada actualmente por el presidente Alberto Fernández, ex jefe de gabinete de Néstor Kirchner, y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, por lo que el triunfo de Lula da Silva también significa el reencuentro de viejos aliados en Brasilia y Buenos Aires.

El Mercosur

Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay son los socios fundadores del Mercado Común del Sur (Mercosur), un proceso de integración regional, según su página web, iniciado en 1991 con el Tratado de Asunción.

El Mercosur se expandió hasta incluir a Venezuela —luego suspendida por su violación de principios democráticos— y en 2019 el bloque avanzó en un histórico acuerdo con la Unión Europea, cuya ratificación está estancada por las diferencias que persisten entre diferentes países.

El bloque ha entrado recientemente en crisis: Bolsonaro ha sido muy crítico y tras ganar en 2018 dijo que buscaría flexibilizarlo, poniendo en duda su futuro. Mientras que Luis Alberto Lacalle Pou, presidente de Uruguay, generó tensiones dentro del Mercosur al anunciar sus intenciones de negociar un acuerdo comercial con China por fuera del bloque.

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La relación con Mercosur estuvo en cambio entre los pilares de los dos primeros Gobiernos de Lula da Silva, y hay expectativas de que este nuevo Gobierno intente mantener la salud del bloque.

La situación en Venezuela

Brasil comparte una frontera de 2.137 kilómetros con Venezuela, y durante el Gobierno de Bolsonaro, un histórico crítico del chavismo, la relación entre ambos países entró en crisis, y la frontera estuvo cerrada temporalmente en 2019.

Bolsonaro apoyó con fuerza la política del entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de aislamiento del Gobierno del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y de reconocimiento de Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional elegida en 2015 y controlada por la oposición, como gobernante legítimo de Venezuela.

Lula da Silva, en cambio, mantuvo buenas relaciones con otros presidentes de partidos de izquierda o centroizquierda en la región, a veces agrupados bajo el rótulo de “Socialismo del siglo XXI”, especialmente con el fallecido Hugo Chávez, predecesor de Maduro en Venezuela, pero también con Fidel Castro en Cuba, Rafael Correa en Ecuador y Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina.

Mientras los apoyos a Guaidó se debilitan, especialmente a partir de la victoria de Joe Biden en Estados Unidos, y se espera que Lula da Silva intente estabilizar la situación con Venezuela.

Con información de Camilo Rocha, Marcia Reverdosa y Rodrigo Pedroso.

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