Trump envió un shock al sistema estadounidense el primer día. Y no ha disminuido aún
Análisis de Tom Foreman, CNN
Ráfagas desapacibles que provienen del río Potomac, que en esta época está congelado, dan una sensación térmica de unas temperaturas de entre 13 y 19 grados Fahrenheit (unos -10 a -7 grados Celsius). En el frente occidental del Capitolio de Estados Unidos, hay filas de sillas plegables escarchadas y vacías. Las ráfagas de nieve aúllan sobre la icónica cúpula, pero debajo de ella, la “Apoteosis de Washington” brilla contra el techo de la Rotonda. La gran pintura de un inmigrante italiano representa la ascensión del primer presidente de la nación como una cuestión no solo de política, sino de inspiración divina. Si descendemos 55 metros, hallamos a Donald Trump convocando su propio fuego espiritual para calentar la sala.
“Fui salvado por Dios para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande”, dice al grupo de personas vip que vitorean y que se han trasladado al interior del recinto debido al tiempo inclemente. No importa que Trump se olvide de poner la mano sobre las dos Biblias que se sostienen junto a él para que preste juramento; él y muchos de sus partidarios profesan una fe absoluta en que: un intento fallido de asesinato, los tropiezos electorales de los demócratas y el regreso triunfal de Trump a su lugar perdido de poder son signos del destino.
“¡La edad de oro de Estados Unidos comienza ahora mismo!”, dice, “A partir de este día, nuestro país florecerá y volverá a ser respetado en todo el mundo.
Seremos la envidia de todas las naciones, y no permitiremos que se aprovechen de nosotros por más tiempo. ¡Durante cada día de la administración Trump, simplemente, pondré a Estados Unidos primero!”
Su pronunciamiento está cargado de esperanza para la derecha política, teniendo en cuenta que el Partido Republicano tiene las riendas de los tres poderes del Estado. Trump está rodeado de lanzallamas conservadores del imperio MAGA junto a republicanos ortodoxos y chapados a la antigua, unidos en su celo por cumplir sus órdenes.
Los gigantes tecnológicos también se están acercando, representan a algunas de las empresas más poderosas de la Tierra: Amazon, Meta, Google, Tesla y SpaceX. Si la estimación de Forbes del patrimonio neto de Trump, más de 4.000 millones de dólares es correcta, él es solo la novena persona más rica de la sala. Los cuatro primeros: Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg y Bernard Arnault, tienen un valor combinado de más de un billón de dólares, suficiente para regalar un millón de dólares al día durante casi 3.000 años. Su presencia subraya cómo esta presidencia está entrelazada con las élites económicas de una manera que la política moderna no ha visto tan abiertamente desde la Edad Dorada, cuando los explotadores industrialistas hacían de las suyas, una era que Trump admira.
“Estas personas ricas más poderosas, ya sabes, besando el anillo, principalmente, en su toma de posesión. Eso fue lo que más me llamó la atención”, dice Zachary Wolf, escritor senior de CNN.
Con tanto dinero, poder y posibilidades en el ambiente, en estos primeros minutos de este discurso, algunos observadores políticos se preguntan si dará una señal del inicio de una nueva era, un momento en el que Trump se sentirá lo suficientemente seguro como para recurrir al optimismo, el progreso y la creación del electorado unificado que dice que quiere.
Entonces comienza la diatriba.
Durante la siguiente media hora, Trump fustiga a la administración anterior como una cacharra de incompetencia, corrupción y deshonestidad. El presidente saliente, Joe Biden, está sentado, sin ningún garbo, detrás de él. Trump arremete contra quienes lo procesaron y, en algunos casos, lo condenaron por malversación legal. Habla con vehemencia sobre la idea de que alguien dudara de que él volvería, más grande y audaz que nunca.
“Mucha gente pensó que era imposible para mí lograr un regreso político tan histórico”, alardea Trump en un momento álgido. “Pero como ven hoy, aquí estoy. El pueblo estadounidense ha dicho lo que quiere”.
Luego despliega su lista de deseos para los próximos cuatro años, y la gente comienza a quedarse boquiabierta.
Durante la campaña, una agenda inaugural de más de 900 páginas elaborada por la conservadora Heritage Foundation se convirtió en un punto de referencia. Aunque la diatriba emocionó a los republicanos, los demócratas calificaron el “Proyecto 2025” como un plan de batalla para destripar al gobierno federal. Durante la campaña, fue una línea de ataque central para los demócratas decir que el Proyecto 2025 se utilizaría para convertir al Departamento de Justicia en un arma en la búsqueda de las venganzas personales del presidente, para endurecer las leyes de inmigración, restringir los derechos médicos de las mujeres, neutralizar a los medios de comunicación, restringir la libertad de expresión, atacar las instituciones educativas, demonizar a las minorías raciales, tergiversar los resultados de las elecciones y mucho más.
Decenas de personas de MAGA, muy adentrados en esa tendencia, participaron en la elaboración del documento, y algunos de ellos forman parte del nuevo equipo de la Casa Blanca. Pero Trump ha negado en repetidas ocasiones cualquier conocimiento real de ello. “No tengo nada que ver con el Proyecto 2025”, dijo durante su debate de septiembre con la entonces vicepresidenta Kamala Harris.
Cuatro meses después, Trump comenzó a ejecutar los pasos prescritos con una serie de acciones diseñadas para borrar el legado de su predecesor, desconcertar a la oposición y modificar radicalmente el gobierno antes de que sus enemigos políticos o los tribunales puedan detenerlo.
En el Capital One Arena de Washington, una gran multitud, que se había mantenido alejada de lo que normalmente es una ceremonia al aire libre por el frío, se emociona cuando él sube al escenario pocas horas después de la juramentación.
¿Les ha gustado mi discurso? Trump se lanza al mar de sonrisas y vítores mientras se entrega al tipo de espectáculo político extravagante que ama. Firma una cantidad de decretos. En minutos, deroga 78 de los decretos de Biden, retira a Estados Unidos del Acuerdo de París, congela parcialmente la contratación gubernamental y muchas regulaciones, exige que los trabajadores federales regresen a sus oficinas a tiempo completo y declara que algunos podrían no necesitar molestarse en hacerlo. “La mayoría de esos burócratas están en el proceso de ser despedidos”, le dice a la multitud. “Les ha llegado la hora”.
Una mujer grita: “¡Te amamos, presidente Trump!”. Un hombre grita: “¿Me puede dar un bolígrafo?”
De vuelta en la Casa Blanca, se sienta en el Resolute Desk con una expresión de profunda satisfacción y pone su bolígrafo en otro conjunto de papeles, y se desata una tormenta entre los demócratas, y también entre algunos republicanos.
Durante meses, Trump ha dicho que quienes se abrieron paso para irrumpir el Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021 eran patriotas. En sus mítines, reprodujo una grabación de ellos cantando el himno nacional. Mientras intentaban anular la derrota de Trump en 2020 ante Biden, esa turba golpeó a agentes de policía, pidió que se ahorcara al entonces vicepresidente Mike Pence e hizo que los legisladores de ambos partidos salieran corriendo y temieran por sus vidas. No obstante, Trump había prometido liberarlos.
El vicepresidente entrante, JD Vance, dijo en Fox News que los manifestantes pacíficos merecen clemencia, pero “si cometieron actos de violencia ese día, obviamente no deberían ser indultados”.
Trump, sin embargo, cuando mira a las casi 1.600 personas acusadas por sus acciones, lo ve de manera diferente.
“Trump quería otorgar indultos el primer día”, le dijo Marc Caputo de Axios a Jake Tapper de CNN, “y a medida que se acercaban a esa fecha límite, se dieron cuenta de que realmente no podían hacer una revisión caso por caso…
porque tomaría demasiado tiempo y él no tendría ese anuncio gigante que dar.
Así que en un momento dado dijo: ‘A la m****a’, básicamente, por lo que me dijeron. “Vamos a liberarlos a todos. Liberemos a todo el mundo’. Y eso es lo que hicieron”.
Para muchos legisladores republicanos la medida es extrema. “¿Simplemente los indultas a todos sin consecuencias?”, dice la senadora Lisa Murkowski de Alaska.
“Creo que eso envía un mensaje horrible a nuestros agentes de la ley”.
En cambio, otros, como el representante Dan Meuser de Pensilvania, se hacen eco de la afirmación de Trump de que incluso los delincuentes violentos han sufrido lo suficiente.
“No estamos hablando de asesinos. … no es que no hayan pagado ya su delito con tiempo en prisión”.
El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, se encoge de hombros y dice: “El presidente ha tomado una decisión. Seguimos adelante “.
Pero Enrique Tarrio, exlíder del grupo de extrema derecha Proud Boys, no está satisfecho, a pesar de que Trump indultó a Tarrio, a quien se le había sentenciado a 22 años de prisión por conspiración sediciosa. “Estoy feliz de que el presidente no se centre en la retribución y se centre en el éxito”, dice en “Infowars” de Alex Jones, antes de pasar a arremeter contra quienes lo procesaron a él y a otros. “Pero te diré que no voy a jugar con esas reglas. Las personas que hicieron esto, necesitan sufrir las consecuencias”.
Trump sigue avanzando a todo vapor.
En los próximos días, decreta que el Golfo de México se llame Golfo de Estados Unidos.
Ordena al gobierno que reconozca solo dos sexos: masculino y femenino. En los meses siguientes, el nuevo Gobierno emprendió un feroz ataque contra la idea de que las mujeres transgénero compitan en deportes femeninos y aplicó una clara presión sobre los derechos de los ciudadanos LBGTQ como parte de un impulso general contra los programas de diversidad, equidad e inclusión, tanto en el sector público como en el privado.
Trump dice que su administración retendrá los fondos de las escuelas si no promueven la “educación patriótica”. Ordena que se libere agua de un embalse de California, aparentemente para demostrar que tenía razón cuando hizo un comentario mientras visitaba los catastróficos incendios forestales a principios de año. Los expertos califican la medida como un desperdicio de un recurso valioso que los agricultores necesitarán más adelante.
Firma un decreto que busca poner fin a la ciudadanía estadounidense por nacimiento, una disposición consagrada en la 14ª Enmienda. Cuando un juez federal impone una orden de restricción temporal a la medida de Trump y la califica de “descaradamente inconstitucional”, la Casa Blanca lleva el asunto a la Corte Suprema.
Elliot Williams, exfiscal adjunto de Estados Unidos y analista legal de CNN, sugiere que la apelación tiene una posibilidad remota de tener éxito.
“Incluso reconociendo y respetando que un presidente tiene el derecho de cambiar el tenor del gobierno a su favor, hay limitaciones”, dice Williams. Pero agrega que esos límites son “tan buenos como lo son los tribunales que deciden el tema”.
Cuando un helicóptero militar y un avión comercial chocan cerca del Aeropuerto Nacional Ronald Reagan de Washington en Washington, y 67 personas mueren en el accidente, Trump culpa a los programas que promueven la diversidad en la contratación.
Se declara a sí mismo presidente de la junta directiva del Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas, promete más entretenimiento cristiano y dice que tal vez debería ser el maestro de ceremonias de algunos eventos. Le dice al Tesoro que deje de acuñar la moneda de un céntimo. Ordena al gobierno que use pajitas de plástico, no de papel. “Estas cosas no funcionan”, dice. “En ocasiones se rompen, se desintegran”.
“Fue una cosa tras otra, tras otra”, dice Zachary Wolf de CNN, describiendo esa embestida como diferente a cualquier otra cosa vista en una presidencia moderna. “Estaba claro que estaban listos para iniciar el proceso, de una manera que no entendíamos que iban a estar listos”.
El mundo MAGA está fuera de sí de felicidad. Esta es la acción decisiva que querían. En todas las redes sociales, los partidarios de Trump publican una frase favorita cada vez que actúa: Promesas hechas, promesas cumplidas.
“Sabían lo que estaban haciendo esta vez”, dice Charlie Savage de The New York Times en el programa “Washington Week with The Atlantic” de PBS.
“Estaban bien preparados, esto tenía un guion… y realmente estaba desafiando los límites de la autoridad ejecutiva legítima con algunos de los decretos”.
En una cálida tarde de marzo de 2003, las llamas se elevaban, lanzando chispas y pintando el horizonte de un naranja intenso. Una explosión tras otra sacude la tierra mientras los aviones de combate y los misiles cruzan el cielo.
“El infierno en la Tierra”, lo llamó John Irvine, de ITV, mientras Bagdad estallaba detrás de él. “Esto no es solo un ataque a los ladrillos y el cemento; es una agresión a los sentidos del ser humano”. Las fuerzas aliadas con Estados Unidos en contra del régimen del presidente iraquí Saddam Hussein desataban un ataque sin cuartel con la intención de destruir no sólo la capacidad operativa de su ejército, sino también la voluntad de sus tropas.
Los líderes militares calificaron la técnica de “conmoción y pavor”, y muchos de los soldados de a pie del equipo de Trump adoptaron la frase para describir sus esfuerzos por desorientar y desalentar cualquier oposición. El exasesor de Trump, Steve Bannon, defendió el concepto en el primer mandato del presidente.
El plan para 2025 que Bannon describe como “días del trueno”.
“Recuerden, ha habido cuatro años de preparación”, le dice al periódico digital Politico. “Vas a ver a mucha más gente ir a la playa… creo que el presidente Trump va a golpear y va a golpear duro con lo que yo llamo…
velocidad de salida de proyectil”.
Parece estar funcionando. Cada titular sorprendente es superado por otro que sale más rápido de lo que los lectores pueden digerir. Los verificadores de datos de los medios luchan por mantenerse al día con el torrente de afirmaciones que fluyen desde la Casa Blanca.
Los líderes demócratas parecen paralizados, para consternación de sus partidarios, que están desesperados por ver alguna resistencia al gigante demoledor de Trump. El índice de favorabilidad del Partido Demócrata se está desplomando. Cuando CNN lo midió a principios de marzo de 2025, se ubicó en solo el 29%, 20 puntos menos que en enero de 2021 y en un mínimo histórico desde que CNN comenzó a realizar encuestas en 1992.
“Están derrotados y están en un caos. Algunos de ellos están deprimidos”, dice Paul Begala, estratega demócrata desde hace muchos años y exasesor del presidente Bill Clinton, mientras contempla posibles respuestas de su partido.
“Mi consejo ha sido: enfóquenlo sobre el costo de la vida… hablen de una sola cosa: comida, gasolina y alquiler”.
Esa estrategia puede ser prometedora para los demócratas y otros que se oponen a Trump.
Después de todo, a pesar de toda esa acción vertiginosa, hay pocas pruebas de que Trump esté tomando medidas significativas para cumplir la promesa clave de su campaña: bajar los precios y reducir la inflación desde el primer día.
Otro ex estratega de Clinton, James Carville, aconseja a los demócratas que esperen a que las políticas excesivas y la arrogancia de Trump creen heridas autoinfligidas en la imagen que tienen los votantes de él. “Tenemos que aprender a dejar que se golpee a sí mismo”, dice Carville, recordando la famosa estrategia de Muhammad Ali rope-a-dope (de que se cansen contra las cuerdas del cuadrilátero) “Luego, después de un tiempo, podemos entrar y lanzar nuestros propios golpes”.
Pero por el momento, tales tácticas son débiles destellos contra la candente tormenta de fuego de Trump. “Durante los próximos cuatro años, no descansaré. No me rendiré, y juntos, no fallaremos”, declaró el presidente ante un mitin de simpatizantes en Las Vegas.
De hecho, para cuando llegó el Día de los Presidentes, a cuatro semanas de su regreso al poder, Trump reflexionaba sobre si postularse para un tercer mandato. La Constitución dice que no puede. Los miembros de su propio partido dicen que sería ilegal. Y los expertos dicen que parte de lo que Trump ya está haciendo se demostrará ilegal a medida que los tribunales intervengan.
Pero Trump recurre a las redes sociales y se enfrenta a sus críticos que lo podrían ridiculizar y restringir, con una cita atribuida a Napoleón, algo que estimula las mayores esperanzas de sus seguidores y los temores más profundos de sus enemigos.
“El que salva a su patria no viola ninguna ley”.
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Kaanita Iyer de CNN contribuyó a este informe.