Hubo amenazas y señales de alerta antes del secuestro de los misioneros en Haití
Alexandra Ferguson
Puerto Príncipe, Haití (CNN)– El peligro era visible a su alrededor, mucho antes de que un grupo de misioneros y niños de Christian Aid Ministries fueran secuestrados en la carretera en Haití. En una entrada del blog de 2019, un miembro anónimo del grupo con sede en Ohio describió una angustiosa huida de un grupo de hombres cerca del aeropuerto de Puerto Príncipe.
Un hombre vestido de negro que gritaba pidiendo dinero detuvo el camión, escribió el autor. “En cuestión de segundos, eran dos, luego tres, y más y más. Por las dos ventanillas delanteras entraban innumerables brazos grandes. Alguien sacó un cuchillo, pero había tantos otros brazos en el camino que no pudo hacer más que un pequeño rasguño”.
“Intentamos seguir adelante, pero estaban saltando sobre la parte trasera del camión, amontonados en el toldo y colgando por todo el camión”, escribieron, añadiendo que había un olor a alcohol en el aire. El conductor “giró bruscamente el camión y volvió a intentar acelerar, pero chocamos contra una gran roca que no se veía con todas las personas que estaban sobre el camión”. Los hombres intentaron cortar las ruedas del camión, pero no lo lograron.
“Ni siquiera sé cómo salimos finalmente de allí, pero escapamos sin que nos dispararan. Supongo que algunos se contentaron con el botín que consiguieron y se retiraron para pelearse entre ellos por él”, escribieron.
Una cabra en el patio del orfanato Maison La Providence de Dieu de Ganthier, en Croix-des-Bouquets, Haití, el domingo, donde una banda secuestró a 17 misioneros el día anterior.
Más señales de advertencia estaban por llegar. En 2020, la base del grupo en Titanyen, un pueblo al norte de Puerto Príncipe, recibió amenazas de una pandilla local, según otra publicación en el mismo blog.
“Las pandillas que pelean entre sí rompen con la calma nocturna con sus ráfagas de disparos. La base del CAM en Haití está en la mira de la pandilla local que exige dinero y comida, vandalizan los vehículos de la CAM y amenazan con hacer algo peor”, se leía.
Ese mismo año, el informe anual del grupo decía que se había visto obligado a retirar al personal estadounidense de Haití durante nueve meses debido a los disturbios políticos, antes de permitir su regreso.
El sábado, la situación empeoró. Diecisiete miembros de Christian Aid Ministries, un grupo con edades comprendidas entre los 8 meses y los 48 años, fueron secuestrados por la banda 400 Mawozo tras visitar un orfanato en Croix-des-Bouquets, un suburbio del noreste de la capital, Puerto Príncipe.
Los miembros de una familia, que estaban con un niño pequeño cuando fueron tomados como rehenes, acababan de llegar a Haití a principios de este mes.
Llevan cuatro días cautivos.
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Los captores de los misioneros exigen un millón de dólares por rehén, lo que supone un total de US$ 17 millones, y de momento se mantienen firmes en sus exigencias. “Se ha advertido a los secuestradores que no deben herir a los rehenes y de las consecuencias que podrían tener [si eso ocurriera]. Pero no se dejan persuadir por esas advertencias”, dijo el ministro de Justicia de Haití, Liszt Quitel.
El grupo 400 Mawozo, que cuenta con hasta 150 miembros según una fuente de seguridad de Haití, es conocido por sus secuestros en grupo y controla en gran medida Croix-des-Bouquets. En la misma zona, en abril, cinco sacerdotes y dos monjas, entre ellos dos ciudadanos franceses, fueron secuestrados y posteriormente liberados a cambio de un rescate.
La monja de 81 años, sor Agnes Bordeau, declaró a CNN que unos hombres armados tomaron el control de su autobús y lo condujeron a un bosque. Allí, el grupo pasó los primeros cinco días de su cautiverio, durmiendo en trozos de cartón con solo una sábana para protegerse del frío del aire nocturno.
Sus comidas, dice, consistían en algo de arroz y un poco de carne que los misioneros compartían con los guardias. “Se creó una cierta confianza entre nosotros”, dice Bordeau.
“Nos hablaron de sus vidas. Eran jóvenes que acababan de salir de la cárcel y que no encontraban otro trabajo más que tomar las armas y convertirse en guardianes de rehenes. Ni siquiera conocían a los jefes de las bandas para las que trabajaban. Eran una especie de rehenes también”, dijo.
El grupo fue trasladado posteriormente a diferentes refugios pequeños y míseros. Fueron liberados al cabo de 20 días. Bordeau no quiso comentar si el Estado francés había pagado un rescate o no, solo que sus captores habían exigido un millón de dólares de rescate.
Ahora vive en un convento cerca de La Rochelle, en la costa occidental atlántica de Francia, y dice sobre el último secuestro que siente “una ola de tristeza por el pueblo haitiano, que lo único que quiere es poder salir de todo esto y no puede”.
Atención mundial a una epidemia en Haití
Desde principios de año se han registrado cientos de secuestros en Haití, pero este último incidente en el que se han visto implicados misioneros estadounidenses y canadienses ha catapultado la crisis de seguridad del país a la atención mundial.
Las pandillas controlan más del 60% del área metropolitana de Puerto Príncipe, según declaró en julio Pierre Esperance, director ejecutivo de la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos de Haití, lo que deja a más de 200.000 habitantes de la ciudad sin servicios básicos ni transporte en zonas dirigidas por pandillas sin presencia policial.
Y en una ciudad de casi un millón de habitantes, casi todo el mundo parece tener su propia historia sombría que contar, con historias de secuestros y ataques tan frecuentes como la pobreza y la inestabilidad política que la impulsan.
Chrisner y Merline, un matrimonio de Puerto Príncipe, fueron secuestrados en enero, cuando salían de su iglesia local. Sentados en el coche de sus secuestradores, con capuchas en la cabeza, solo podían pensar en una cosa: o regresas a casa o no vuelves de ningún modo.
Durante cinco días de insomnio, la pareja esperó en una pequeña habitación donde les daban agua y comida solo una vez al día.
“Solo estábamos en la habitación esperando el momento en que tuvieran que decidir lo que harían con nosotros”, dijeron. Fueron liberados después de que su iglesia reuniera suficiente dinero para pagar el rescate: 600.000 gourdes haitianos, unos US$ 6.300, una cantidad infranqueable para la mayoría de los haitianos.
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Desde enero, se han producido al menos 645 secuestros, en los que rara vez han participado extranjeros. Del total de este año, 42 secuestros fueron de extranjeros, y 4 de residentes extranjeros, según el Centro de Análisis e Investigación para los Derechos Humanos (CARDH, por sus siglas en inglés), una organización sin ánimo de lucro de Puerto Príncipe.
Los datos de la consultora de riesgos globales Control Risks revelaron que los casos de secuestro denunciados aumentaron un 550% en los primeros nueve meses de 2021 en comparación con el mismo periodo del año anterior.
Jean Gardy Jean, residente de Puerto Príncipe, dijo a CNN que la cobertura que ha tenido el secuestro de los misioneros estadounidenses de esta semana habla de la forma en que el mundo valora las vidas de los haitianos.
“Los secuestros aquí han ocurrido durante tanto tiempo, ¿por qué nadie habló de ello entonces? ¿Por qué el mundo le da tanta importancia a los extranjeros? Es porque son más importantes”, afirmó.
“Las pandillas se han convertido en actores más influyentes”
El deterioro de las perspectivas económicas de Haití, agravado por el asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio, ha acelerado la crisis de seguridad del país.
Más de 15.000 personas huyeron de sus hogares en la capital este verano, debido a la violencia de las pandillas y a los incendios provocados. La vida en Puerto Príncipe se ve empañada por una inflación desorbitada, frecuentes apagones y escasez de alimentos y combustible, en gran parte debido a la actividad de las pandillas, que han bloqueado las principales rutas de distribución.
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“Las pandillas se han convertido en actores más influyentes, lo que ejerce presión sobre el gobierno interino”, dijo Alan Zamayoa, analista de Control Risks para las Américas, señalando que en los últimos meses, la ayuda humanitaria pudo circular a través de Martissant, un barrio de la capital plagado de pandillas, como resultado de una tregua entre ellas.
El domingo, la actividad de las pandillas quedó al descubierto, ya que el primer ministro Ariel Henry se vio obligado a abandonar sus planes de depositar una corona de flores para el líder de la Revolución Haitiana, Jean-Jacques Dessalines –festividad nacional que conmemora su muerte– durante un acto conmemorativo en Pont Rouge, una zona controlada por una coalición de bandas conocida como el G9.
Zamayoa afirma que hay muchos factores en juego.
Si bien “las fuerzas de seguridad están desbordadas y carecen de personal suficiente”, dijo que en los últimos años los delincuentes también “han tenido acceso a armas más letales, como los rifles semiautomáticos, que son mucho más potentes que el equipo de la policía”.
Zamayoa explicó que, además de esos factores, “la complicidad con los agentes de policía y los políticos, así como la impunidad, son extremadamente altas”.
Todo ello contribuye a que las pandillas puedan “ejercer un control territorial” sobre zonas de la capital, añadió Nicola White, directora de Control Risk.
“Pueden retener a múltiples víctimas al mismo tiempo porque no están sometidos a una presión sostenida y creíble para concluir los casos de forma rápida o discreta”, dijo White, y añadió que estos factores “han permitido el aumento significativo de los secuestros”.
Pero los haitianos están hartos. Justo antes del secuestro de los misioneros, un sindicato de transporte haitiano convocó una huelga indefinida, que comenzó el lunes, en protesta por el aumento de los secuestros, entre otras cuestiones.
Melissa Bell contribuyó con este reportaje. Caitlin Hu contribuyó con el reportaje desde Nueva York.
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