ANÁLISIS | Un discurso que conmocionó desde Washington hasta Jerusalén
Alexandra Ferguson
(CNN) — La advertencia del líder de la mayoría del Senado, Chuck Schumer, de que Israel corre el riesgo de convertirse en un “paria” y su petición de nuevas elecciones marcaron un momento trascendental en las relaciones modernas entre Estados Unidos e Israel.
La reprimenda de Schumer al primer ministro Benjamin Netanyahu este jueves contenía un lenguaje extraordinariamente duro para un político estadounidense de alto rango que critica al gobierno israelí. Fue aún más notable viniendo del demócrata neoyorquino, que tiene un largo historial de apoyo incondicional al Estado judío.
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El discurso en el pleno del Senado fue también una señal inequívoca de la creciente frustración entre los principales demócratas por la gestión de Netanyahu de la guerra en Gaza tras los atentados terroristas de Hamas del 7 de octubre, en los que murieron 1.200 personas, y su falta de voluntad para escuchar los consejos de Estados Unidos.
También refleja la realidad política de Estados Unidos. La muerte de más de 30.000 palestinos en el conflicto, según el Ministerio de Sanidad de Gaza, ha indignado a los progresistas estadounidenses, a los estadounidenses de origen árabe y a los votantes más jóvenes de Estados Unidos, todos ellos piezas clave de la coalición del presidente Joe Biden en su búsqueda de la reelección.
Schumer, el judío estadounidense de mayor rango en el gobierno de Estados Unidos, advirtió que la coalición ultraderechista de Netanyahu estaba impidiendo las “importantes correcciones de rumbo” necesarias en la guerra contra Hamas. También se mostró partidario de una solución de dos Estados para el largo conflicto entre israelíes y palestinos, una postura que Netanyahu ha rechazado. Aunque atribuyó la mayor parte de la culpa de la matanza de civiles de la guerra a los dirigentes de Hamas en Gaza, afirmó que Israel tenía la obligación de hacer mucho más para proteger las vidas palestinas inocentes.
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“La coalición de Netanyahu ya no se ajusta a las necesidades de Israel después del 7 de octubre. El mundo ha cambiado, radicalmente, desde entonces, y el pueblo israelí está siendo ahogado ahora mismo por una visión de gobierno que está anclada en el pasado”, dijo Schumer. “Transcurridos cinco meses de este conflicto, está claro que los israelíes necesitan hacer balance de la situación y preguntarse: ¿Debemos cambiar de rumbo?”, prosiguió. “En esta coyuntura crítica, creo que unas nuevas elecciones son la única manera de permitir un proceso de toma de decisiones sano y abierto sobre el futuro de Israel, en un momento en que tantos israelíes han perdido la confianza en la visión y la dirección de su gobierno”.
Schumer señaló que su nombre deriva de la palabra hebrea Shomer, que significa guardián, y habló de lo profundamente que reverenciaba a un país “rodeado de enemigos despiadados”. Y añadió: “Llevamos el amor por Israel en nuestros huesos. Lo que Israel ha significado para mi generación, dentro de la memoria viva del Holocausto, es imposible de medir”.
Sin embargo, el líder de la mayoría en el Senado argumentó que era necesario celebrar unas nuevas elecciones para que los israelíes pudieran decidir un nuevo rumbo para su país en la era posterior al 7 de octubre.
“Por supuesto, Estados Unidos no puede dictar el resultado de unas elecciones, ni debe intentarlo”, dijo. “Eso debe decidirlo el público israelí, un público que creo que entiende mejor que nadie que Israel no puede esperar tener éxito como un paria al que se opone el resto del mundo”.
Los comentarios de Schumer pusieron de manifiesto la creciente tensión entre los demócratas y el dirigente israelí y la brecha partidista que existe actualmente entre los dos partidos de Estados Unidos en relación con Israel.
Casi de inmediato se le acusó de abandonar a un aliado de Estados Unidos en tiempos de guerra y de intentar interferir en la política israelí. El partido de Netanyahu, el Likud, por ejemplo, señaló en un comunicado que de Schumer “se espera que respete al gobierno electo de Israel y no que lo socave”. Y añadía: “Israel no es una república bananera, sino una democracia independiente y orgullosa que eligió al primer ministro Netanyahu”.
“Israel es una democracia soberana”, escribió en X el embajador de Israel en Estados Unidos, Michael Herzog. “No es útil, tanto más cuanto que Israel está en guerra contra la organización terrorista genocida Hamas, comentar la escena política interna de un aliado democrático. Es contraproducente para nuestros objetivos comunes”.
El líder de la minoría en el Senado, Mitch McConnell, también respondió mordazmente al discurso de Schumer, afirmando que era hipócrita por parte de los líderes estadounidenses advertir de la interferencia en la política de Estados Unidos y luego tratar de hacer lo mismo en Israel.
“No se equivoquen, el partido demócrata no tiene un problema anti-Bibi, tiene un problema anti-Israel”, dijo el republicano de Kentucky, que ha encontrado un raro terreno común con Schumer recientemente, ya que ambos apoyan el envío de más ayuda militar a Ucrania. McConnell añadió: “Israel no es una colonia de Estados Unidos cuyos líderes sirven a placer del partido en el poder en Washington. Solo los ciudadanos de Israel deberían poder opinar sobre quién dirige su gobierno”.
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Es justo decir que Schumer se inmiscuyó en la política israelí; al fin y al cabo, acaba de hacer un llamado a convocar elecciones en un Estado extranjero. Pero es irónico que Netanyahu se queje. Lleva haciendo política en Estados Unidos desde el Gobierno de Obama, cuando trabajó con los republicanos para socavar el acuerdo nuclear con Irán. También se alineó abiertamente con el expresidente Donald Trump y fue ricamente recompensado, incluso con el traslado de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén.
Los comentarios de Schumer son el último indicio de un importante cambio en la política estadounidense que podría tener importantes indicaciones para Israel de cara al futuro, después de años en los que su gobierno vio el apoyo bipartidista en Washington como un interés nacional crítico.
No cabe duda de que la medida de Schumer se ha visto precipitada por la extrema presión política de su partido, tanto dentro como fuera del Senado. Los progresistas están indignados por los miles de muertos civiles en Gaza durante el asalto israelí contra Hamas. Los árabes estadounidenses y los demócratas de izquierdas organizaron una protesta que hizo que más de 100.000 votantes rechazaran a Biden en las recientes primarias demócratas en el decisivo estado de Michigan. Los aliados de Biden insisten en que esos votantes respaldarán al presidente en otoño, pero si votan por otro –o no votan– las esperanzas de Biden de un segundo mandato podrían estar en grave peligro.
La cuestión más fascinante que plantean los comentarios de Schumer es hasta qué punto la Casa Blanca comparte sus sentimientos. Ningún presidente moderno ha sido tan proisraelí como Biden, pero cada vez parece más que Netanyahu se ha embolsado el apoyo del presidente ignorando prácticamente los consejos y advertencias de Biden sobre la estrategia israelí y el impacto en los palestinos de Gaza. El presidente evadió las preguntas sobre los comentarios de Schumer durante una visita a Michigan el jueves.
Pero en los últimos días ha habido señales de frustración palpable procedentes de la administración. A principios de mes, la vicepresidenta Kamala Harris pidió un “alto el fuego inmediato” en Gaza. El propio Biden advirtió la semana pasada a Netanyahu que estaba “perjudicando a Israel más que ayudándole” con su ataque al enclave palestino.
Criticar abiertamente a Israel va en contra de la fibra política de Biden, por lo que estas declaraciones tienen un peso significativo. Muchos demócratas proisraelíes tienen la sensación de que Netanyahu está prolongando la guerra para adelantarse a unas elecciones que podrían llevar a su destitución como primer ministro, ya que se enfrenta a múltiples amenazas legales. Por ello, es difícil creer que Schumer, cercano a Biden, no esté canalizando algunos de los puntos de vista del presidente.
Biden se ha visto muy perjudicado, políticamente en su país y en términos de reputación ante los aliados de Estados Unidos en el extranjero, por su falta de voluntad de hacer más para presionar a Israel hacia un alto el fuego y poner condiciones a la forma en que las armas fabricadas en Estados Unidos pueden utilizarse en el conflicto.
Ahora está claro como el agua que los intereses electorales de Biden y Netanyahu son directamente incompatibles, lo que probablemente no haga sino agrandar la brecha entre ambos líderes.
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