El nuevo plan de acorazados de Trump podría transformar la Marina estadounidense… o hundirla
Análisis de Brad Lendon, CNN
El anuncio del presidente Donald Trump sobre una nueva clase de acorazados que llevarán su nombre pone el foco en el programa de construcción naval de Estados Unidos, que en los últimos años no ha logrado entregar los nuevos buques de guerra a tiempo ni dentro del presupuesto, algo que el propio Trump señaló en su discurso del lunes desde Mar-a-Lago.
“Fabricamos el mejor equipo del mundo, con diferencia, nadie se acerca. Pero no los producimos lo suficientemente rápido”, dijo Trump, al anunciar que tiene previsto reunirse con los principales contratistas militares estadounidenses para aumentar la producción de los nuevos acorazados y otros programas de armamento.
Pero al menos en lo que respecta al plan de acorazados, la Marina parece estar nadando a contracorriente, tanto en la construcción de los propios buques como en algunos de los sistemas de armamento que, según el servicio, irán a bordo.
Esto es lo que hay que tener en cuenta sobre los acorazados de “clase Trump”:
Un documento informativo de la Marina estadounidense publicado el lunes afirma que los clase Trump serán “los buques de guerra más letales jamás construidos”.
Con una longitud de 268 metros y un desplazamiento de 30.000 a 40.000 toneladas, también serán los buques de combate de mayor superficie que la Marina estadounidense haya construido desde la Segunda Guerra Mundial.
Esos acorazados, como el renombrado USS Missouri, que albergó la rendición japonesa en 1945, tenían 270 metros de largo y un desplazamiento de alrededor de 58.000 toneladas.
Los buques de combate de superficie más grandes de la flota de la Marina estadounidense actualmente son los destructores Zumwalt, que desplazan 15.000 toneladas.
Según lo previsto, los buques tendrán “la mayor potencia de fuego destructiva de cualquier buque de superficie que haya navegado jamás, con la capacidad de atacar a un adversario a 80 veces el alcance de la clase anterior”, según el nuevo sitio web de la Marina sobre los buques.
Los acorazados estarán armados con nuevos misiles de crucero con capacidad nuclear que se lanzarán desde 12 celdas a bordo. Los misiles serán hipersónicos, más de cinco veces la velocidad del sonido, y maniobrables para confundir las defensas enemigas.
Los clase Trump también contarían con 128 celdas de lanzamiento vertical que se pueden utilizar para misiles de crucero Tomahawk de vuelo más lento, misiles antibuque o interceptores de defensa antimisiles. El armamento incluiría un cañón electromagnético, cañones convencionales de casi 13 centímetros y una variedad de láseres y cañones de menor calibre.
En general, los buques planificados serían 100 veces más potentes que los acorazados de la Segunda Guerra Mundial, afirmó Trump.
La administración no ha proporcionado un plazo para la fase de diseño, en la que el presidente dijo que participará personalmente, ni para la construcción de los dos primeros buques.
El proyecto de los nuevos acorazados estaría a cargo de una base de construcción naval que ha tenido dificultades para cumplir con los plazos en los últimos años y que, según el secretario de la Marina, John Phelan, se encontraba en un estado caótico este año.
“Todos nuestros programas son un desastre”, declaró en una audiencia de la Cámara de Representantes en junio. “Creo que nuestro mejor proyecto (de construcción naval) tiene seis meses de retraso y un sobrecosto del 57 %… Y ese es el mejor”.
El mes pasado, Phelan canceló el programa de fragatas de la clase Constellation, que llevaba unos tres años de retraso y que se esperaba que produjera buques de guerra mucho más pequeños y menos complejos que los nuevos acorazados que propone Trump.
En cuanto a los grandes buques complejos, el portaaviones más reciente de la Marina, el USS John F. Kennedy, lleva un retraso de unos dos años respecto a su fecha de entrega prevista, que era en julio de este año. Estos retrasos se han atribuido a los nuevos sistemas de aterrizaje y elevadores de armas, que la Marina aún está intentando certificar.
Además, surge la pregunta de quién construirá estos nuevos acorazados. Los astilleros estadounidenses ya están saturados con los trabajos actuales de construcción, mantenimiento y reparación.
“Ya no contamos con la infraestructura industrial naval y marítima para hacer esto rápidamente”, dijo el analista Carl Schuster, excapitán de la Marina estadounidense.
Los buques del tamaño de la clase Trump necesitarían el mismo espacio en los astilleros que los grandes buques anfibios y de apoyo logístico que la Marina también necesita, por lo que sería importante reactivar los astilleros cerrados o construir otros nuevos, dijo Schuster.
Y luego está la mano de obra.
“Se requeriría un programa nacional de reclutamiento y capacitación para trabajadores de astilleros, electricistas, informáticos y especialistas en sistemas de sensores para apoyar este programa”, dijo Schuster.
El secretario de la Marina, Phelan, señaló recientemente las dificultades para reclutar personal, especialmente en lo que respecta a los salarios.
Si los trabajadores pueden ganar lo mismo trabajando en un almacén de Amazon o en una tienda de conveniencia, es menos probable que elijan los trabajos arduos y agotadores de un astillero naval, dijo en una conferencia de defensa en Indiana el mes pasado.
Alessio Patalano, profesor de guerra y estrategia en el King’s College de Londres, dijo que Washington tiene los conocimientos técnicos para construir estos buques, pero debe superar el problema de los astilleros.
“La pregunta es… si Estados Unidos tiene suficiente capacidad de astilleros y mano de obra para convertir una flota de oro visual en una flota real que navega”, dijo.
Por último, el costo debe ser una consideración.
Trump dijo el lunes que los nuevos acorazados eventualmente reemplazarían a los destructores de la clase Arleigh Burke de la Marina, la columna vertebral de la flota de superficie estadounidense.
Esos destructores cuestan alrededor de US$ 2.000 millones cada uno. Un buque de la clase Trump tendría un precio de hasta US$ 15.000 millones, según un informe del lunes de USNI News.
Schuster señaló el historial irregular de la Marina en cuanto a la finalización de ambiciosos programas de construcción naval.
Tomemos como ejemplo los destructores de la clase Zumwalt, un programa que comenzó en la década de 1990. Un plan para 32 de estos buques sigilosos de alta tecnología se redujo finalmente a tres, y el último de la clase, el USS Lyndon B. Johnson, aún espera su puesta en servicio, que ahora no se espera sino hasta 2027.
O las fragatas de la clase Constellation, cuyo número se redujo a un máximo de dos unidades de las 20 previstas.
Y, como señala Schuster, los programas recientes de construcción naval que han alcanzado las cifras previstas se han quedado muy lejos del éxito general, en concreto los buques de combate litoral. Este programa, que ha producido más de tres decenas de unidades, ha visto cómo algunas de ellas se retiraban con tan solo cinco años de servicio, ya que han estado plagadas de problemas de fiabilidad y de la falta de una misión bien definida.
Al menos una de las armas previstas para los clase Trump, el cañón electromagnético, tendrá que ser rescatada del desguace si se quiere utilizar en los acorazados. La Marina canceló su programa de cañones electromagnéticos en 2021, cuando los desafíos técnicos resultaron demasiado difíciles de superar.
La tecnología del cañón electromagnético utiliza energía electromagnética para propulsar un proyectil endurecido a velocidades mucho mayores que los sistemas de armas actuales, pero requiere enormes cantidades de energía y la mayoría de los programas en todo el mundo han logrado pocos avances hasta ahora hacia un arma fiable y comercialmente viable.
Schuster afirma que la administración Trump también necesita realizar algunos cambios en la gestión si quiere que los clase Trump tengan éxito.
“Este proyecto será gestionado por NAVSEA (Comando de Sistemas Navales), una organización y un personal que han arruinado todos los programas de buques de guerra de superficie de este siglo”, dijo.
“Creo que Trump debe hacer una limpieza en esa organización si quiere que cualquier programa de construcción naval tenga éxito”.
Patalano dice que existe otro problema dentro de la Marina: la dotación de las nuevas embarcaciones más grandes, para las que el servicio esperaba contar con entre 650 y 850 marineros a bordo.
“La Marina de Estados Unidos no se caracteriza por estar a la vanguardia de la automatización y las soluciones innovadoras en términos de una gestión de la tripulación más compacta”.
Hacerlo “requerirá un cambio cultural, a la luz de otras nuevas clases que se están construyendo, de proporciones considerables”, dijo Patalano.
Si la Marina logra poner en servicio una flota de acorazados de la clase Trump, aún queda la cuestión de si serán adecuados para las misiones en cuestión. Esa es la pregunta que se plantea sobre las joyas de la corona de la flota estadounidense: sus portaaviones. ¿Podrán estos enormes buques, de unos 335 metros de largo (equivalente a tres campos de fútbol), sobrevivir a un conflicto con un adversario de la talla de China?
El Ejército Popular de Liberación (EPL) cuenta con el misil balístico de alcance intermedio DF-26, apodado el “asesino de portaaviones” porque fue diseñado para neutralizar los portaaviones estadounidenses a distancias lejanas de la China continental, mucho antes de que los cazas de los portaaviones estadounidenses pudieran atacar objetivos chinos.
Algunos analistas afirman que Washington debería centrarse en un gran número de pequeñas embarcaciones navales, capaces de transportar algunos misiles o drones cada una, y dispersarlas en una vasta red de vías fluviales, anulando así la ventaja de Beijing en número de misiles al presentar demasiados objetivos para ser neutralizados.
Un informe del Departamento de Defensa de 2023 señala que Washington está haciendo que sus fuerzas en el Pacífico sean “más móviles, distribuidas, resilientes y letales” para disuadir a los adversarios y tranquilizar a los aliados.
Al igual que los portaaviones, los grandes buques de guerra podrían estar concentrando demasiada potencia de fuego en una sola plataforma, según los críticos.
“Las ventajas de los pequeños buques de guerra y los sistemas no tripulados radican en que se puede aumentar su número a un costo relativamente bajo y su viabilidad se incrementa al distribuir el riesgo entre múltiples plataformas”, dijo Yu Jihoon, investigador del Instituto Coreano de Análisis de Defensa y exoficial de submarinos surcoreano.
Y los grandes buques no solo son vulnerables a los misiles, según algunos. También existe la cuestión de cómo pueden hacer frente a los drones, plataformas no tripuladas de bajo costo en el aire, en la superficie y bajo el mar, que Ucrania ha demostrado —durante su guerra con Rusia— que pueden al menos inutilizar, si no hundir, tanto buques de superficie como submarinos.
China exhibió una serie de drones navales submarinos en un desfile militar en Beijing en septiembre, presenciado por el líder Xi Jinping, flanqueado por el ruso Vladimir Putin y el norcoreano Kim Jong Un. En un artículo publicado este mes en el sitio web Naval News, el analista H. I. Sutton afirmó que los grandes drones chinos podrían utilizarse para colocar minas que bloqueen los puertos navales estadounidenses en el Pacífico. Si los buques de guerra estadounidenses propuestos no pueden salir al mar, no podrán desplegar su potencia de fuego ofensiva.
La lista de desafíos para el programa de buques de guerra clase Trump propuesto es larga, pero los analistas dicen que no se debe subestimar a Washington.
Después de todo, como dijo Trump en su discurso del lunes, este es el país que aumentó la producción militar lo suficiente durante la Segunda Guerra Mundial como para fabricar varios barcos en un solo día.
Schuster ve un ejemplo más reciente, de la década de 1960. “Creo que Trump está intentando lograr un equivalente marítimo al programa espacial que impulsó JFK. Recuerden, los soviéticos parecían estar por delante de nosotros en la carrera espacial, lo que representaba una amenaza directa para nuestra seguridad nacional”, antes de que Washington lanzara el programa Apolo, que culminó con la llegada de un estadounidense a la Luna el 20 de julio de 1969.
Pero Schuster no cree que Estados Unidos pueda lograrlo solo esta vez. Se necesitan aliados, algo difícil de conseguir dadas las leyes que rigen la construcción naval militar estadounidense.
“La Armada del Ejército Popular de Liberación (PLAN) está a punto de poder desafiar nuestro acceso al Pacífico Occidental, lo que constituye una amenaza directa y clara para nuestra seguridad nacional. Dado que también representa una amenaza para Japón y Corea del Sur, contar con su ayuda para afrontar este desafío es necesario”, afirmó Schuster.
Esta cooperación con los aliados se encuentra en sus primeras etapas, pero ya se han dado los primeros pasos. El lunes, Trump elogió a la empresa surcoreana Hanwha Ocean, que está invirtiendo miles de millones en el astillero de Filadelfia, donde podrían construirse futuros buques de la Marina estadounidense.
Con información de Gawon Bae, de CNN.
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