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¿Por qué no pi? El coronavirus sigue mutando, pero nos quedamos en ómicron

Sofía Benavides

(CNN) — Es posible que hayas escuchado que hay una nueva subvariante de ómicron que está ganando terreno rápidamente en Estados Unidos. Tal vez quieras preguntarle a tu médico sobre ella o buscar más información en línea, pero ¿cómo era su nombre?

Exacto.

Los científicos la conocen como XBB.1.5, nombre que le asignaron porque es la segunda generación de la subvariante XBB recombinante de ómicron.

X es la forma en que los científicos designan un recombinante, el resultado de dos virus que han intercambiado secciones de su material genético. La parte BB es solo orden alfabético. El primer recombinante conocido se denominó XA, el segundo XB y así sucesivamente. Ahora, repasaron el alfabeto y se están duplicando: XAA, XAB, hasta llegar a XBB.

Pero no siempre había sido tan complicado.

Nueva subvariante de ómicron se posiciona como una de las mayores causas de covid-19 en EE.UU.

En mayo de 2021, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que para permitir una mejor comunicación pública y evitar el estigma de nombrar nuevas variantes según los países donde fueron detectadas por primera vez, asignaría letras griegas a los virus que habían adquirido mutaciones que los hacían más transmisibles, los ayudaba a evadir las terapias actuales o los hacía más severos.

La OMS dijo que daría estos nuevos nombres a los virus que sus expertos habían designado como variantes de interés o a las variantes de preocupación más importantes. Eso nos dio las familiares alpha, beta, gamma y delta, así como una gran cantidad de otras que solo adquirieron importancia regional, como epsilon, theta y mu.

Sin embargo, ha pasado más de un año desde que la OMS le dio a una variante un nombre de letra griega, creando una brecha en la comunicación que algunos expertos creen que puede estar obstaculizando los esfuerzos para cuidar la salud pública.

¿Dónde quedaron las letras griegas?

Cuando ómicron, también conocido como BA.1, dio la vuelta al mundo a partir de noviembre de 2021, era tan diferente genéticamente de las variantes anteriores del virus que su rama del árbol genealógico SARS-CoV-2 tomó una dirección totalmente distinta.

Nuestro sistema inmunológico apenas reconoció algo de eso. BA.1 generó nuevas oleadas de infecciones, hospitalizaciones y muertes, así como una gran cantidad de nuevas subvariantes.

En ese momento, los científicos argumentaron que la segunda variante de ómicron, BA.2, con docenas de nuevas mutaciones genéticas, era tan distinta genéticamente de BA.1 como alpha, gamma y delta lo habían sido entre sí. Algunos dijeron que pensaban que BA.2 merecía su propia letra griega.

Sin embargo, eso nunca sucedió. En cambio, la OMS dejó de designar categorías de variantes de preocupación o variantes de interés que requerían nuevos nombres griegos.

En su lugar, creó una nueva categoría, subvariantes de ómicron bajo supervisión, para indicar a los funcionarios de salud pública cuáles de estas derivaciones deberían ser vigiladas, lo que se parecía bastante a los motivos para designar variantes de interés y variantes de preocupación originalmente.

La organización dejó la puerta abierta para designar con nuevos nombres si considera que una variante es lo suficientemente diferente pero, al parecer, no ha visto la necesidad de hacerlo desde hace más de un año.

Sin embargo, el coronavirus siguió evolucionando, volviéndose más transmisible y más inmunoevasivo con el tiempo. Estos cambios también han tenido consecuencias.

Como ómicron mutó, por ejemplo, los pacientes inmunodeprimidos perdieron la posibilidad de someterse a terapias clave como la generada por el medicamento preventivo Evusheld, que genera  anticuerpos de acción prolongada. Todos los anticuerpos monoclonales desarrollados para ayudar a las personas con infecciones graves de covid-19 han perdido fuerza contra las últimas subvariantes.

Las vacunas de ARNm también fueron actualizadas en un intento de proteger mejor a las personas de los virus que circulan actualmente y que causan el covid-19.

Aun así, la OMS dice que no ve la necesidad de nombrar a las nuevas subvariantes.

“El hecho de que muchas (sub)variantes individuales no tengan su propia etiqueta no implica que sean menos importantes”, dijo el portavoz de la OMS, Christian Lindmeier, en un comunicado enviado por correo electrónico.

“Se otorgaría una nueva etiqueta (es decir, una nueva asignación de una variante de preocupación) si hubiera una variante lo suficientemente diferente en su impacto en la salud pública, y que requiriera un cambio en la respuesta en materia de salud pública”, escribió Lindmeier.

Una falsa sensación de seguridad

Algunos científicos dicen estar de acuerdo con esta estrategia.

“En realidad, estoy de acuerdo con no otorgar nuevas letras griegas a las subvariantes de ómicron”, escribió en un correo electrónico a CNN Michael Worobey, un biólogo computacional que estudia pandemias a través de la genómica viral y la evolución viral en la Universidad de Arizona.

Worobey señala que hay dos formas en las que el nuevo coronavirus ha ido cambiando con el tiempo. La primera es al moverse, seguir circulando e infectar a personas en todo el mundo. Este tipo de evolución ocurre de forma más gradual y, por lo general, no provoca muchos cambios importantes al mismo tiempo.

La segunda forma en la que los virus cambian es acampando, es decir, infectando crónicamente a las personas con una función inmunológica deteriorada. Una persona en Houston fue examinada en octubre y se descubrió que estaba infectada con una versión de la variante delta que adquirió 17 mutaciones en su genoma, dijo Worobey. Hay otro paciente en España con casi la misma cantidad de mutaciones.

XBB.1.5 puede ser “la subvariante más transmisible de ómicron hasta la fecha”, advierten científicos

Worobey dice que estos virus tienen el potencial de crear otro tipo de emergencia a nivel de ómicron, y está bien si no se nombra a pi hasta que surja uno de estos virus zombis y comience a propagarse.

Sin embargo, otros piensan que el cambio de estrategia de la OMS podría resultar engañoso.

“Las variantes dentro de ómicron son realmente pronunciadas y distintivas. No es que ómicron sea una sola cosa en absoluto. Evolucionó enormemente”, dijo Bette Korber, becaria de laboratorio y especialista en variantes en el Laboratorio Nacional de Los Álamos.

Korber dice que incluso cuando surgió ómicron, ésta tenía dos “padres”, BA.1 y BA.2., los cuales a su vez siguieron evolucionando, por lo que los científicos registraron más de 650 subvariantes y sublinajes dentro de la cepa ómicron.

“Pero la OMS dejó de nombrarlos en este momento, por lo que [la gente] tiene una falsa sensación de seguridad”, dijo Korber. Continuar usando el nombre ómicron hace que parezca que el virus ya no está cambiando, “pero de hecho, está cambiando enormemente”.

Korber dijo que participó de conferencias públicas donde “muy buenos médicos” dijeron: “Bueno, ahora ya no está evolucionando. Solo hubo ómicron durante más de un año, así que ya no tienen que preocuparse por eso’”.

En la búsqueda de mejores formas de comunicar

Ryan Gregory, biólogo evolutivo de la Universidad de Guelph en Canadá, dice que sin nuevos nombres de letras griegas, perdimos la capacidad de comunicarnos de forma sencilla a la hora de referirnos al virus.

“Si preguntas ‘¿qué es eso que cruje en el monte?’ y otra persona te responde ‘un mamífero’, puede que no sea una respuesta especialmente útil, ¿verdad? No es suficiente información”.

Los nombres científicos para sublinajes como BQ.1.1 son muy precisos, explicó, pero rápidamente se vuelven difíciles de manejar. Es como llamar al mamífero de los arbustos por su nombre en latín, Mus musculus.

“Lo que nos falta es el equivalente, en taxonomía animal y vegetal, del nombre común. Entonces, si preguntas ‘qué es eso’ y yo respondo ‘es un ratón o una rata’, sabrás exactamente de lo que estoy hablando”, dijo.

Es tan frustrante para los científicos discutir las subvariantes, que Gregory decidió inventar su propio apodo para XBB.1.5: Kraken, en honor al monstruo marino mitológico.

No es el primero en asumir esa tarea. Antes de Kraken, los usuarios de las redes sociales apodaron Centarus a la subvariante BA.2.75. Fue un éxito.

La OMS manifestó su preocupación por el crecimiento de la variante XBB.1.5 de ómicron

Gregory dice que los nombres se hicieron populares porque tienen un propósito, ya que permiten a las personas tener discusiones y reflexionar sobre el virus, sus cambios y cómo podría afectarlos.

Pero no es una solución perfecta, ya que no está estandarizada. Si le mencionas Kraken a alguien que no esté en Twitter, es posible que no sepa de lo que estás hablando.

“Realmente preferiría que no necesitemos nombres porque no observamos la evolución constante de muchas más variantes a las que todavía debemos prestar atención. Eso sería lo mejor porque significaría que hemos mitigado al virus”, dijo Gregory.

Pero una segunda opción sería un sistema de nombres formal manejado por grupos apropiados que se usen específicamente para la comunicación, con el objetivo de que las personas se mantengan actualizadas, dijo. “No para causar pánico, obviamente, sino para que la gente esté informada y no se pierda entre cosas obviamente técnicas”.

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