Una en 100.000: la historia de una víctima del fentanilo
Alexandra Ferguson
Stamping Ground, Kentucky (CNN) — La muerte de Matthew Davidson no fue única. Fue tan solo una más de las 100.000 muertes relacionadas con sobredosis en Estados Unidos desde mayo de 2020 hasta abril de 2021, un récord de fallecimientos al tiempo que la nación estaba bajo el control de la pandemia.
Su vida reflejaba la de muchas personas atrapadas por la adicción: entrada y salida de la rehabilitación; tiempo en la cárcel; familia y amigos angustiados y molestos.
Por supuesto, para su madre siempre fue especial. Cuando quiere volver a sentirse cerca de él, Karen Butcher se envuelve en una colcha hecha con las camisetas favoritas de su hijo. Y para tratar de ayudar a otras personas a evitar su destino, se arma de valor y habla abiertamente con CNN.
A Matthew Davidson le gustaba hacer reír a la gente, recuerdan sus padres.
Ayudando a otros jóvenes adictos es como deja que la muerte de Matthew ofrezca esperanza. “Ellos hacen que el legado de Matthew sea el de ayudar a otras personas a no seguir ese mismo camino”, dijo.
Karen dijo que Matthew fue un regalo para ella desde el principio: nació siete años después de su hermano cuando ella había esperado y anhelado un segundo hijo.
Era un niño sociable y vivaz, nunca se quedaba quieto. Pero también tenía problemas de salud, ya que padecía hemofilia, una enfermedad en la que la sangre no coagula correctamente y que puede causar dolor crónico.
Así que Butcher estaba acostumbrada a vigilarlo, a estar atenta a los problemas, pero no había nada fuera de lo normal.
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Ella y el padrastro de Matthew, Gene Butcher, dicen que se rebelaba como cualquier otro adolescente, pero no tuvieron un motivo especial para preocuparse hasta que se fue de casa después de la preparatoria y empezó a trabajar en un restaurante. En los días buenos era el camarero jovial, feliz de hacer reír a la gente. Otras veces, se ponía enfermo, con síntomas como los de la gripe que los Butchers reconocen ahora como signos de abstinencia.
“Una noche se metió en un lío por registrar los bolsos de las mujeres que trabajaban”, cuenta Karen. “Lo tenían en cámara revisando esos bolsos, por supuesto buscando dinero”.
También le quitó a su propia familia. “Me faltaban algunas joyas y pensé que uno de sus amigos había entrado a mi casa”, dijo Karen.
“Nunca hubiera imaginado que fuera él. Y luego le robó a un amigo y después a una novia”.
Karen Butcher encontró apoyo en la organización Parents of Addicted Loved Ones.
Los padres de Matthew dicen que su adicción puede haber empezado con los opioides que le recetaron para el intenso dolor que suele provocar la hemofilia. Creen que puede haber empezado a triturarlos y aspirarlos, y el paso al uso intravenoso puede haber sido fácil para un joven acostumbrado a las inyecciones de otros medicamentos para su enfermedad.
Cuando fue a rehabilitación por primera vez, Karen esperaba y creía que su hijo sería el que vencería su adicción.
Pero pasó por lo que ella reconoce como el ciclo común de rehabilitación y recaída. Incluso sufrió varias sobredosis, de las que se salvó gracias a que la gente lo vio y los servicios de emergencia lo reanimaron.
Hasta el Día de los Caídos de 2020.
Karen se preparaba para visitar a un amigo cuando vio en su teléfono las llamadas perdidas del número de Matthew. Cuando devolvió la llamada era la novia de Matthew la que contestó, histérica, y estaban de camino a urgencias.
Ella cree que él eligió tomar heroína ese día, y que estaba contaminada con una cantidad ínfima de fentanilo, una droga tan mortal y potente que fue la causante de 64.000 de las 100.000 muertes por sobredosis registradas, aunque la mayoría de la gente no sabía que la estaba tomando.
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“Simplemente sabía en mi corazón de madre que mi hijo estaba muerto”, dijo Karen a CNN.
Esta es la última foto que Karen se tomó con su hijo Matthew, quien murió por sobredosis.
Entró en la habitación del hospital para verlo.
“Supongo que llevaba un tiempo muerto porque su cuerpo estaba frío”, dijo. “Recuerdo que grité ‘no estaba preparada para dejarte ir’ y pasé un rato a solas con él, ya sabes, acariciando su pelo, tocando sus manos, parecía que estaba dormido”.
Mientras Matthew estaba vivo, sus padres buscaron información y comentarios sobre lo que estaba pasando y cómo ayudar.
Algunos de los comentarios no fueron útiles –personas que pensaban que podía dejarlo sin más o que la rehabilitación era una salida garantizada– pero también les presentaron grupos de apoyo como Parents of Addicted Loved Ones.
Karen mandó hacer una colcha con las playeras favoritas de Matthew.
Karen acabó creando la primera sección de ese grupo en Kentucky y ha seguido con él, intentando ayudar a otros, incluso después de perder a Matthew.
“No quiero que esto le ocurra a otras personas. Incluso tengo un lugar especial en mi corazón para los hijos de otras personas”, dijo.
“Ayer me llamó uno que probablemente ha pasado por 15 programas de tratamiento y sabe que perdí a Matthew y le hablé de lo que quieres en la vida. ¿Qué te impide seguir el tratamiento?”.
Sabe lo difícil que es pasar del tratamiento a vivir una vida de recuperación, pero intenta encontrar un camino para aquellos que se acercan a ella.
Karen dice que se aleja de las estadísticas de pérdidas abrumadoras para que sean manejables. “Pienso: ‘¿A quién puedo ayudar hoy?'”, dijo.
Quiere evitar que otros sufran la pérdida que ella nunca superará, cómo a la familia mixta que formó con Gene, compuesta por cinco hijos, siempre le falta uno.
“Siempre habrá un hueco en las fotos, ya no hay una foto de los cinco hijos, hay una foto de cuatro”, dijo.
“Me imagino un hueco en esa foto o en las comidas familiares. No hay una silla con Matthew”.
— Miguel Marquez reportó desde Kentucky y Rachel Clarke escribió desde Atlanta.
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