Opinión: Por qué las sanciones no disuadirán a Putin
Juan Pablo Elverdin
(CNN) — El gobierno de Biden sancionó este miércoles a las hijas del presidente de Rusia, Vladimir Putin, además de imponer sanciones a dos de los mayores bancos rusos.
La intensificación de las sanciones a Rusia da al mundo la ilusión de que se está actuando realmente en Ucrania, pero ¿tendrán algún efecto en la toma de decisiones de Putin? La historia sugiere que esto es bastante improbable. De hecho, toda la teoría detrás de las sanciones es fundamentalmente defectuosa, ya que asume que los hombres fuertes como Putin cambiarán sus políticas si se les inflige suficiente dolor a ellos, a sus compinches y a sus poblaciones.
Esta teoría fue esbozada por un alto funcionario anónimo de la administración Biden, quien explicó a CNN este miércoles que, como resultado de la escalada de sanciones a Rusia, Putin tendría que contar finalmente con su gente.
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Bueno, tal vez. A los hombres fuertes no les importan mucho los sentimientos de su pueblo y presiden gobiernos que prohíben la libertad de prensa y de reunión. También suelen haber acumulado enormes montañas de riqueza mal habida en sus propios países y, por lo tanto, puede que ya no necesiten acceder al sistema financiero internacional para mantener sus nidos extremadamente bien alimentados.
No olvidemos que después de que Putin arrebatara Crimea a Ucrania en 2014, Rusia fue objeto de una serie de sanciones por parte de Estados Unidos y la UE. Esas sanciones no sirvieron para disuadir a Putin de retener Crimea, ni de llevar a cabo una guerra por delegación en la región de Donbás, en el este de Ucrania, durante ocho años en los que murieron más de 14.000 personas.
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Durante muchos años, Estados Unidos y la ONU han impuesto sanciones cada vez más punitivas al régimen del dictador de Corea del Norte, Kim Jong Un, que no le han impedido continuar e incluso ampliar su programa nuclear.
Mientras tanto, durante más de una década, el dictador de Siria, Bashar al-Assad ha encarcelado, torturado y asesinado a gran parte de su propia población, a pesar de un conjunto de sanciones estadounidenses cada vez más intenso que comenzó en 2011, cuando estalló la guerra civil siria. Hoy, Assad ha ganado efectivamente esa guerra.
En los años anteriores a los atentados del 11-S, la ONU sancionó a los talibanes porque daban cobijo a Al Qaeda. Nada de esto disuadió a los talibanes de seguir albergando a Al Qaeda, que lanzó los ataques del 11-S desde Afganistán.
Ahora, por supuesto, los talibanes han vuelto al poder en Afganistán. Más de la mitad de los nombramientos a nivel de gabinete del gobierno talibán que se anunciaron en septiembre tienen algún tipo de sanción de la ONU contra ellos. Nada de eso impidió que los talibanes anunciaran el mes pasado que las niñas de más de 6º grado no podían ir a la escuela.
Por su parte, la administración Trump aumentó las sanciones contra el régimen socialista autoritario de Nicolás Maduro. Hoy, Maduro sigue en el poder mientras la población venezolana está cada vez más empobrecida. Este es un ámbito en el que las sanciones tienden a pasar factura: empobrecen a las poblaciones de los países objeto de las mismas.
El ejemplo de esto es el Irak de Saddam Hussein. Tras la invasión de Kuwait por parte de Saddam en 1990, la ONU impuso sanciones a Irak. Casi una década después, la Cruz Roja descubrió que en Irak “los salarios son tan bajos como 2 dólares al mes, hay alrededor de un 50% de desempleo”. Mientras tanto, el control de Saddam sobre el poder seguía siendo tan férreo como siempre.
Y no me hagan hablar de Cuba, a la que Estados Unidos ha sancionado desde la administración Kennedy. Cuba atraviesa ahora su peor crisis económica en tres décadas, mientras el Partido Comunista sigue controlando la isla, seis décadas después de que las sanciones estadounidenses entraran en vigor.
Para ser justos, las acciones “inteligentes” sobre el régimen iraní que dificultaron la inserción de Irán en el sistema financiero internacional sí llevaron a los iraníes a la mesa de negociaciones durante la administración Obama. Eso llevó al acuerdo nuclear en 2015 que detuvo el desarrollo del programa de armas nucleares de Irán.
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Pero cuando la administración Trump se retiró del acuerdo nuclear y volvió a imponer duras sanciones a Irán, los iraníes ampliaron su programa nuclear y ahora están más cerca de tener un arma nuclear que en cualquier otro momento del pasado.
Uno de los únicos casos en los que las sanciones parecen haber producido el resultado previsto fue contra el régimen del apartheid en Sudáfrica. Las sanciones internacionales parecen haber contribuido a la decisión de Sudáfrica de poner fin al apartheid a principios de la década de 1990.
En lugar de poner a la población rusa en contra de Putin, la guerra en Ucrania y las sanciones impuestas por Occidente parecen haber producido un efecto de unión en torno a la bandera para el líder ruso.
Una encuesta rusa independiente publicada a finales de marzo reveló que el 83% de los rusos aprobaba las acciones de Putin, lo que supone un aumento con respecto al 69% de enero. Incluso teniendo en cuenta que algunos rusos pueden decir a los encuestadores lo que creen que deben decir, Putin parece ser más popular hoy que a principios de año.
El “ajuste de cuentas” al que se supone que se enfrenta Putin por parte del pueblo ruso no parece estar en marcha, por ahora. Eso, por supuesto, podría cambiar, ya que Estados Unidos y sus aliados están imponiendo a Rusia lo que son algunas de las sanciones más estrictas jamás impuestas a ningún Estado. Pero si Occidente quiere hacer algo efectivo para socavar la guerra de Putin en Ucrania, es poco probable que las sanciones sean herramientas eficaces.
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Lo que probablemente sería eficaz —además de seguir suministrando proyectiles Javelin antitanque y misiles Stinger que son eficaces contra los helicópteros— es armar a los ucranianos con tantos misiles S-300 como sea factible, según un grupo de altos funcionarios militares estadounidenses retirados y ex ministros de defensa de Europa del Este que publicaron una carta abierta en este sentido el mes pasado.
Los S-300 pueden derribar aviones y misiles balísticos rusos de alto vuelo, lo que crearía una zona de exclusión aérea de facto sobre Ucrania que no llegaría a instituir una zona de exclusión aérea formal aplicada por aviones de reacción, una medida que Estados Unidos y la OTAN han rechazado por considerarla demasiado provocativa para una Rusia con armas nucleares.
Las sanciones son medidas que hacen sentir bien a los Estados sancionadores, pero en su mayoría infligen dolor a las poblaciones de los sancionados, mientras que dejan a sus gobernantes en su lugar sobre sus montones de botín mal habido y decididos a hacer su voluntad.
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