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Silencio y tensión: cómo se vivió detrás de escena el debate presidencial de Argentina

Gonzalo Jimenez

(CNN Español) — En el auditorio central de la Universidad de Buenos Aires el silencio es ensordecedor; la concentración y los nervios de los candidatos, los moderadores, los asesores y los periodistas que están presentes en el segundo y último debate presidencial obligatorio en Argentina poco tienen que ver con el ruido político que hay en el país desde hace meses. Todo está preparado y arranca la cuenta regresiva.

A pocos metros, en aulas que hoy no escuchan a alumnos ni profesores sino postulantes a presidente, Sergio Massa del oficialismo de Unión por la Patria, Javier Milei de La Libertad Avanza, Patricia Bullrich de Juntos por el Cambio, Juan Schiaretti de Hechos por Argentina y Myriam Bregman del Frente de izquierda repasan sus últimos apuntes. Practican en voz baja. Intercambian alguna sonrisa cómplice con los pocos colaboradores que los acompañan. Y se entregan a lo inevitable: la última posibilidad masiva de contarle a la población cuál es su idea de país. No se cruzan entre ellos ni intercambian saludos hasta estar a metros del escenario, pero son conscientes que uno de ellos va a comandar los destinos de la nación durante los próximos 4 años.

Segundo debate presidencial en Argentina: ¿quién ganó?, ¿quién perdió?

Juan Schiaretti, Patricia Bullrich, Javier Milei, Myriam Bregman y Sergio Massa, enfrentados en la Facultad de Derecho de la UBA. (Crédito: Agustín Marcarian/Pool/EFE vía Getty Images)

A apenas minutos de que empiece el show, el ministro de Economía Sergio Massa discute con uno de sus funcionarios cuál es la mejor estrategia para defenderse de lo obvio: los embates que van a venir sobre la altísima inflación que ya acumula 124,4% interanual, el 40,1% de pobreza o la falta de divisas en el Banco Central. “Cuando te ataquen, respondé con propuestas. Ese es el camino, no te enganches con sus peleas”, le recomiendan. Asiente con la cabeza. Y jura que va a cumplir.

En otro rincón de la universidad, Javier Milei se mueve por los pasillos como una estrella de rock: el candidato más votado en las Primarias del 13 de agosto sonríe y se saca “selfies” con algunos efectivos de seguridad que le cuentan que van a elegir su boleta en el cuarto oscuro el próximo 22 de octubre.

El libertario viene de dar la primera entrevista pública con su novia, la famosa humorista e imitadora Fátima Flores, con quien visitó el legendario programa televisivo de la conductora Mirtha Legrand: eso, cuentan sus asesores, lo mantuvo de buen humor todo el fin de semana; eso explica, agregan, que su semblante se vea relajado.

“Como sos el favorito, te van a buscar para discutir todo el tiempo”, analizan a segundos de salir a escena. Milei los interrumpe y dice: “Tranquilos, va a ir todo bien”. Y elige encerrarse solo, sin absolutamente nadie, para un último momento de introspección.

Las frases que dejó el segundo debate presidencial en Argentina

Tenso cruce entre Sergio Massa y Patricia Bullrich 1:04

Patricia Bullrich admite tras bambalinas que tiene por delante una noche clave: los números privados que recibe de encuestadoras cercanas a su espacio político la ubican en un lugar expectante pero con necesidad de sumar votos con rapidez; además, estudió segmento por segmentos su participación en el primero de los debates y se trazó como su principal desafío ser mucho más “agresiva” en sus intervenciones. “Practicamos mucho, estudiamos mucho, nos concentramos mucho y tenemos la experiencia suficiente para demostrar que ella es la más seria de todos los candidatos”, explica uno de los hombres que desde hace meses la sigue a sol y sombra. Y para demostrar confianza, muestra la foto que le acaban de tomar y que unió en un aula a Patricia Bullrich y al expresidente Mauricio Macri pero también a Horacio Rodríguez Larreta, el perdedor de la interna de Juntos por el Cambio.

Cuando finalmente salen al estrado, ni siquiera la presencia de los cinco aspirantes a presidir la Argentina logran romper el silencio sepulcral que reina en la sala abarrotada de dirigentes de todos los colores.

“Estamos al borde una hiperinflación”, arranca el exponente del liberalismo.

“Son la vieja derecha un poco despeinada”, responde enseguida Bregman desde el otro lado del espectro ideológico.

Milei se ríe. Y se produce la primera risa (tenue, pero risa al fin) del auditorio.

El silencio vuelve cuando todos y cada uno se solidariza con los ataques de Hamas a Israel y se mantiene incluso cuando la izquierda elige mencionar también el “apartheid para el pueblo palestino”.

Aunque el clima es de absoluto respeto, en el enorme auditorio de la Facultad de Derecho hay momentos para que a la platea se le escapen algunos “¡uhhhhh!” ante algunas construcciones ingeniosas de los candidatos.

Pasa cuando Milei ataca con frases fuertes a sus competidores (la más comentada: “Si los socialistas supieran de economía, no serían socialistas”) pero también cuando Bullrich enfrenta a Massa (“nos hiciste puré”) y cuando el propio Massa embiste a sus vez al libertario (“hasta acá llegaste”) en un juego de enfrentamientos múltiples que se repite durante toda la velada.

Resumen: así fue el segundo debate presidencial en Argentina para las elecciones 2023

Los cinco respetan los tiempos obligatorios y las reglas del debate, pero se los ve apurados por responder cuando reciben una referencia directa: eso sucede cuando Javier Milei y Myriam Bregman se trenzan en una discusión sobre los derechos laborales que supuestamente recortaría La Libertad Avanza en un eventual gobierno. “¡Calláte!”, le grita ella, con el micrófono apagado. “¿Me devuelven los 10 segundos que me robó?”, chicanea [alardea] él.

También sucede cuando Patricia Bullrich acusa a Sergio Massa de ser parte de un “gobierno corrupto” o a Milei de tener “chorros” (en lunfardo argentino, ladrones) en sus listas legislativas. Y cuando el ministro de Economía le dice en la cara a la exministra de Seguridad durante la gestión de Mauricio Macri que ser vulgar con el lenguaje no la va a hacer más popular.

Y la situación se repite con más asiduidad en el segmento de preguntas cruzadas entre todos.

Cuando un postulante habla, los otros casi no lo miran; apenas una mirada de reojo que la transmisión televisiva no llega a registrar. En vez de prestarle atención visual a quien tiene la palabra, los candidatos eligen tomar apuntes y preparar su próxima respuesta: eso se aprecia, por ejemplo, cuando se los ve moviendo los labios y hablando para sus adentros mientras hacen anotaciones con una lapicera en un cuaderno que les dieron especialmente para la ocasión.

Massa, Milei, Bullrich, Bregman y Schiaretti sólo hablan entre ellos al micrófono: no intercambian palabras ni antes ni después del debate, y tampoco en los cortes publicitarios televisivos. Es más, a la hora del cierre dejan el escenario casi sin mirarse, actitud que no repiten sus asesores: en las pausas, dejan la comodidad de sus butacas y se funden en abrazos con otros colegas que no dejan de ser de la competencia pero con los que tienen vínculo hace años. “Qué piña le metimos al tuyo, eh”, dice mitad en broma y mitad en serio un correligionario de Massa a uno de Bullrich pero los dos se ríen sin ofenderse.

Después de dos horas y 15 minutos, los cinco atriles vuelven a quedar vacíos. Y la sala poco a poco se despuebla de dirigentes. Apretones de manos de compromiso, sin intercambio de palabras, es lo último que se aprecia antes de que los candidatos se escabullan de las luces de los reflectores.

Ahora vendrá la hora de los análisis y conclusiones, pero todos repiten el latiguillo “estamos conformes” y explican que el segundo debate obligatorio encontró más cómodos y elocuentes a los hombres y mujeres con voluntad de gobernar la Argentina.

En apenas 14 días, la decisión final será de la gente.

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