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ANÁLISIS | Por qué el primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak, convocó unas elecciones que se prevé que pierda

Alexandra Ferguson

Londres (CNN) — Cuando el primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak, anunció el miércoles que el país celebraría elecciones generales el 4 de julio, muchos observadores se cuestionaron por qué ahora.

Más concretamente, ¿por qué el primer ministro convocó unas elecciones que es casi seguro que perderá? Desde hace meses, las encuestas sitúan al Partido Conservador de Sunak muy por detrás del Partido Laborista de la oposición y, tal y como están las cosas, el líder laborista Keir Starmer no solo ganaría el cargo, sino que tendría una amplia mayoría parlamentaria.

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La respuesta a esta pregunta es sencilla: es muy poco probable que haya un momento mejor. Casi todo lo que intenta Sunak parece salirle mal, y no es inverosímil que su popularidad empeore aún más antes de que acabe el año.

Los últimos días han sido relativamente buenos para Sunak. La economía parece recuperarse, con una actualización por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI) de las previsiones de crecimiento del Reino Unido y una inflación que por fin vuelve a algo parecido a un nivel normal.

Nada salió catastróficamente mal en la última semana antes de convocar las elecciones. Es un listón bajo, pero desde que está en el cargo, ahora mismo tiene probablemente la base más estable para lanzar una campaña que ha tenido o tendrá jamás.

El primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak, pronuncia un discurso en el que convoca elecciones generales, ante el número 10 de Downing Street, en Londres, el 22 de mayo. Crédito: Maja Smiejkowska/Reuters

Como dijo a CNN un asesor clave de Sunak:

“El primer ministro llegó al cargo enfrentándose a una serie de retos clave: inflación, falta de crecimiento, inmigración. Y su principal misión era hacer frente a estos problemas. Y ha hecho auténticos y significativos progresos al respecto. El martes, el FMI mejoró nuestras previsiones de crecimiento; ayer vimos cómo la inflación volvía a niveles normales; hoy vemos cómo la inmigración desciende como resultado de nuestras reformas.

“Así que tenemos una base sólida para decir que las cosas van en la dirección correcta, y la opinión era que ahora era el mejor momento para dirigirse al país y decir ‘esto es lo que hemos hecho, nuestro plan está funcionando, ahora quién creen que tiene el plan y la capacidad de tomar las medidas audaces para hacer avanzar a este país hacia un futuro más seguro'”.

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Sunak tenía que convocar las elecciones antes de finales de este año, constitucionalmente hablando. El hecho de que no lo hubiera hecho hasta esta semana permitió a sus oponentes pintarlo como un cobarde, aterrorizado de enfrentarse al público.

No ayudó el hecho de que el país sintiera la necesidad de unas elecciones desde hacía mucho tiempo, ni que el Partido Conservador pareciera desde fuera un caso perdido desde hace varios años.

Su mandato no empezó de la mejor manera. En 2010, tras 13 años de gobierno laborista, David Cameron ganó las elecciones generales, pero no obtuvo la mayoría en el Parlamento. Se vio obligado a formar un gobierno de coalición con los centristas liberaldemócratas.

Cameron, contra todo pronóstico, mantuvo unida la coalición hasta las elecciones de 2015, en las que obtuvo una sorprendente mayoría y se aseguró el primer gobierno totalmente conservador desde 1997.

Las celebraciones no duraron mucho. La celebración del referéndum sobre el Brexit en 2016 dividió a su partido en dos e hizo casi imposible el gobierno para sus cuatro (sí, cuatro) sucesores. La primera fue Theresa May.

Unas elecciones anticipadas fallidas y la incapacidad de aprobar su acuerdo del Brexit porque su partido lo odiaba acabaron con el mandato de May, que fue sustituida por Boris Johnson en 2019. Johnson arruinó su propia mayoría cuando se vio tan lastrado por los escándalos, incluidas las notorias fiestas ilegales en Downing Street durante la pandemia del covid-19, que tuvo que dimitir en 2022.

Sunak (centro) muestra una máquina embotelladora durante una visita de campaña a la fábrica de cerveza Vale of Glamorgan en Barry, al sur de Gales, el jueves. Crédito: Henry Nicholls/AFP/Getty Images

Liz Truss ocupó el cargo durante 45 días, en los que causó suficientes estragos económicos como para que la libra cayera a su nivel más bajo frente al dólar, se dispararan las tasas de interés y la inflación se desbocara. Al final, el Partido Conservador se hartó del caos y puso a Sunak al frente del Gobierno como un par de manos seguras. Si lo ha sido o no, es algo discutible. A pesar de lo que puedan decir fuentes conservadoras sobre su trayectoria en el cargo, no se puede negar su pésima valoración en las encuestas.

Su política de inmigración estrella, que enviaría a los inmigrantes ilegales a Ruanda para tramitar sus solicitudes de asilo, ya ha costado millones, a pesar de que sólo una persona -voluntaria y con dinero para ello- ha hecho el viaje.

Su prohibición de fumar, referente mundial, que causó un gran bochorno a Sunak cuando sus propios diputados no la aprobaron, ha quedado aplazada debido a las elecciones.

Estos son tan solo dos ejemplos recientes de cómo las cosas parecen salirle mal a Sunak. Pero lo que más le perjudica es la sensación generalizada de que es un perdedor y de que su propio partido tiene tan poca fe en él. Ninguna cantidad de hechos, cifras o frases hechas puede cambiar el innegable olor a fracaso que le rodea. La sensación de que algo es inevitable es poderosa en política, y para Sunak, la derrota parece inevitable.

Por supuesto, no lo es. Existe la posibilidad de que las encuestas nos engañen, y existe la posibilidad de que la campaña conservadora funcione.

Lo están haciendo personal: una elección clara entre el líder laborista Starmer y Sunak. Los conservadores afirman que no se puede confiar en Starmer en materia de seguridad nacional, que es un oportunista desvergonzado sin principios y que no tiene ningún plan.

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Ahora es probablemente el mejor momento para transmitir este mensaje. Los laboristas tendrán que apresurarse a publicar su manifiesto, que inevitablemente será destrozado por los comentaristas. Cuanto más se retrase Sunak, más tiempo tendrán los laboristas para poner su casa en orden.

Nadie puede negar que Sunak heredó un desastre. En la actualidad parece poco probable que haya arreglado el lío lo suficiente como para que los conservadores ganen otra legislatura. Pero dada la magnitud de la tarea que tiene por delante, tiene sentido que aproveche este raro periodo de buenas noticias y espere que todo vaya bien.

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