Cuál fue el papel de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial: cronología y batallas clave
Germán Padinger
(CNN Español) — Pasaron casi cuatro largos años de destrucción y muerte como el mundo no había visto nunca hasta que las tropas de la Unión Soviética finalmente conquistaron Berlín, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial en Europa.
La URSS había sido invadida por la Alemania nazi el 22 de junio de 1941, y poco después comenzó a coordinar sus esfuerzos con los aliados occidentales –liderados por Estados Unidos y Reino Unido– para contener el avance alemán y luego contraatacar.
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Ese mismo año marcó también el ingreso de Estados Unidos en la guerra, tras el ataque japonés sobre la base en Pearl Harbor el 7 de diciembre.
Así, 1941 fue el año de ingreso en la guerra de las principales potencias. Pero para tantos otros países, desde Alemania, que protagonizó la primera agresión, hasta Polonia, Francia, Noruega, Reino Unido y tantos otros, la guerra había comenzado en septiembre de 1939.
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Este es un vistazo al papel que tuvo la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial, incluyendo las batallas clave en las que participó y las enormes pérdidas que sufrió y causó en los alemanes, papel que es recordado cada año por Rusia en su desfile por el Día de la Victoria.
Los primeros años de la guerra
Cuando los tanques alemanes cruzaron la frontera para invadir Polonia, el 1 de septiembre de 1939, Francia y el Reino Unido declararon la guerra a Alemania.
La URSS no lo hizo. No tenía compromisos con Polonia y mantenía una relación estable con la Alemania nazi, con la cual había firmado un pacto de no agresión (el Ribbentrop-Molotov) apenas un mes antes. Y así, el 17 de septiembre Moscú ordenó también la invasión de Polonia, pero desde el este.
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Alemania y la URSS se repartieron el territorio polaco tras sus respectivas victorias –unos 22.000 prisioneros polacos serían asesinados años después en Katyn, Rusia–, y en noviembre los soviéticos atacaron Finlandia, dando inicio a la Guerra de Invierno.
El Ministro de Asuntos Exteriores soviético Vyacheslav Molotov, junto a su par alemán Joachim Von Ribbentrop, firma el Pacto de No Agresión Soviético-Alemán el 23 de agosto de 1939 en Moscú. (Crédito: AFP vía Getty Images)
Durante estos primeros años Moscú llevó adelante sus propias campañas militares bajo la sombra de las victorias alemanas en el oeste, que llevaron a la caída de Dinamarca, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos y Francia en 1940 bajo el control de los nazis.
Todo cambia con la operación Barbarroja
Pero esta coordinación de intereses no significaba que Alemania y la URSS fueran aliados.
Por el contrario, el 22 de junio de 1941, cuando el dictador Adolf Hitler ya había consolidado su control sobre Europa Occidental –con excepción del Reino Unido–, Alemania desencadenó la operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética.
Cerca de 3,05 millones de alemanes y sus aliados participaron en el ataque sobre la URSS, liderada por Josef Stalin.
Tropas soviéticas capturadas por los alemanes en 1941. (Crédito: Keystone/Getty Images)
Las tropas invasoras atacaron con tres Grupos de Ejércitos y el objetivo de capturar Leningrado, Kyiv y Moscú. Tenían mucha confianza tras sus rápidos éxitos en Polonia y Francia, y las fuerzas alemanas intentaron replicar sus novedades tácticas con el uso combinado de tanques, infantería motorizada y aviones en grandes maniobras –que ya para ese entonces se conocía por el nombre de Blitzkrieg.
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Y si bien tuvieron éxitos iniciales, la tenacidad de los defensores soviéticos, la escala insoslayable de las distancias y los combates y las presiones sobre las líneas logísticas dificultaron el avance.
Retrasados en sus objetivos y con el duro invierno ruso instalándose, las tropas alemanas y sus aliados tomaron Kyiv y sitiaron Leningrado, pero una costosa contraofensiva soviética los frenó a 80 kilómetros de Moscú y casi hace colapsar a los ejércitos invasores en la primera gran batalla de la URSS.
Tanques alemanes avanzan sobre una aldea soviética el 29 de octubre de 1941 durante la “Operación Barbarroja”. (Crédito: Fotosearch/Getty Images)
La relación con los aliados occidentales
La URSS no peleó sola. Reino Unido llevaba combatiendo contra los alemanes desde 1939, y un año después les causó su primera derrota en la Batalla áerea de Inglaterra. Y en diciembre, casi seis meses después de Barbarroja, Estados Unidos se sumó a la lucha.
Durante la operación Barbarroja y los primeros años de combates contra Alemania, la URSS recibió enormes cantidades de equipamiento militar, recursos y alimentos provenientes de Reino Unido y Estados Unidos a través del programa de “préstamo y arriendo” (Lend-lease Act), una iniciativa estadounidense para prestar ayuda militar a sus aliados que comenzó aún antes de su ingreso en la guerra.
Esta ayuda, que incluyó tanques, aviones de combate y camiones, además de alimentos y combustible, fue vital para la supervivencia de la URSS en esos primeros años de éxitos alemanes, como recordó en sus memorias el exgeneral y lider soviético, Nikita Khruschev.
Y más allá de esta ayuda militar, Estados Unidos y Reino Unido presionaron a Alemania desde el oeste a través de sus campañas navales en Atlántico, aéreas sobre Alemania, y finalmente terrestres en Italia –aliada de Alemania– y la Francia ocupada (1944).
Esta coordinación se gestó en las dos cumbres celebradas por líderes de Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética durante la guerra, realizadas en Teherán (1943) y Yalta (1945).
El embajador soviético en el Reino Unido, Ivan Maisky, agradece la fabricación de un tanque británico tipo Valentie que fue bautizado “Stalin” y enviado a Rusia para asistir en la defensa en 1941. (Crédito: Hulton Archive/Getty Images)
El contrataque y la toma de Berlín
La primera gran victoria soviética de la guerra tuvo lugar en Stalingrado, cuando a comienzos de 1943 el asalto alemán en el sur fue frenado, contenido y destruido. Lo que quedaba del 6to ejército alemán se rindió ante los soviéticos tras sufrir unos 70.000 muertes en tres meses de brutales combates.
Los alemanes recuperaron la iniciativa y volvieron atacar en Kursk, en julio de 1943, en lo que suele ser descrito como la batalla de tanques más grande de la historia. Y nuevamente fueron derrotados, aún con enormes pérdidas para los soviéticos.
Desde entonces, la contraofensiva de la URSS fue imparable, y los nombres de generales como Gyorgy Zhukov, Ivan Konev, Aleksandr Vasilevsky y Konstantin Rokossovsky cobraron una enorme fama.
La URSS logró grandes victorias en todos los frentes, y tras la operación Bagration en 1944, que destruyó el Grupo de Ejércitos centro de Alemania, su avance sobre las actuales Polonia, Ucrania, Hungría y los países Bálticos fue constante –y marcado por las tremendas pérdidas humanas en ambos bandos– hasta poner bajo asedio a la misma Berlín.
Fotografía tomada durante el invierno de 1942-43 que muestra un ataque soviético durante la Batalla de Stalingrado. (Crédito: STF/AFP/GettyImages)
Mientras tanto, Estados Unidos y Reino Unido avanzaban también dentro de Alemania tras liberar Francia en 1944. El 25 de abril de 1945 las vanguardias aliadas y soviéticas se encontraron sobre el río Elba en el corazón de Alemania, mientras continuaba la batalla de Berlín.
En ese combate surgió una de las imágenes más icónicas del siglo XX y un símbolo universalmente reconocido del poderío militar soviético: un grupo de soldados del Ejército Rojo enarboló la bandera de la URSS desde el techo del Reichstag, el parlamento alemán en Berlín, señalizando la victoria sobre la Alemania nazi.
La URSS acababa de tomar la capital alemana y poner fin a la Segunda Guerra Mundial en Europa, en un esfuerzo coordinado con sus aliados. El costo había sido terrible: unos 7.500.000 muertos solo entre sus fuerzas militares, más una cantidad imposible de contar de civiles, incluyendo 2,5 millones de judíos (de un total de seis millones en toda la guerra) radicados en territorios pertenecientes o controlados por la URSS y que fueron asesinados por los nazis, de acuerdo con estimaciones del Centro Mundial de Conmemoración de la Shoá Yad Vashem.
Un soldado ondea la bandera de la Unión Soviética en Berlín, el 30 de abril de 1945.
El último acto en el Pacífico
A los soviéticos aún les quedaría un papel más por jugar en la Segunda Guerra Mundial, aunque menor en comparación con la titánica tarea en Europa. En agosto de 1945 lanzaron su invasión de la Manchuria (China) ocupada por el imperio de Japón, uno de los principales aliados de Alemania y aún no derrotado.
Las tropas soviéticas, que ya habían peleado un conflicto fronterizo con el país en 1939, tuvieron éxito en su avance frente a un debilitado Japón, que venía siendo acorralado por Estados Unidos y Reino Unido desde 1941 y acababa de ser bombardeado con las dos primeras bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.
El asalto soviético, que avanzó incluso hasta el territorio de Corea y de las islas Kuriles, también controlados por Japón, constituyó una fuente más de presión para Tokio, que firmó la rendición incondicional el 2 de septiembre de 1945. Era, después de todo, el fin.
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