OPINIÓN | Lo que nos dicen las protestas en Tel Aviv, Tiflis y la Ciudad de México
Alexandra Ferguson
Nota del editor: Frida Ghitis, (@fridaghitis) exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista del diario The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen únicamente a su autora. Ver más opiniones en CNN.
(CNN) — Durante casi dos décadas, las democracias de todo el mundo han ido perdiendo terreno. Innumerables autócratas han conseguido pulverizar los cimientos de la democracia en sus países aprobando leyes arcanas que erosionan silenciosamente las libertades civiles, la libertad de prensa o la separación de poderes, por citar algunos ejemplos.
Un nuevo informe de la organización no partidista Freedom House confirma que millones de personas de decenas de países vieron mermadas sus libertades el año pasado. Hubo más países que perdieron libertad en 2022 que los que la ganaron. Pero si se mira más de cerca, hay señales prometedoras de cambio. El ritmo del deterioro se está desacelerando y es posible que la reacción de los manifestantes en lugares como México, Israel y Georgia invierta la tendencia.
Freedom House utiliza los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos para medir la libertad individual en cada país, otorgándole una puntuación numérica y una clasificación de libre, parcialmente libre o no libre en función de factores como la libertad de prensa, el Estado de Derecho, la libertad de asociación y creencia, elecciones libres y justas y otros.
Según esta medida, la libertad lleva 17 años disminuyendo en todo el mundo. La autocracia sigue avanzando y la democracia, a la defensiva. En ningún lugar se aprecia esto de forma más burda que en Ucrania, una democracia incipiente que se defiende de un ataque no provocado de su vecino autocrático, Rusia.
En la mayoría de los lugares, sin embargo, los autócratas avanzan en su agenda de forma más sutil, cambiando las reglas del juego y acumulando más poder para sí mismos. Freedom House constató que la democracia pierde terreno en Túnez, Nicaragua, El Salvador, Hungría, Burkina Faso y docenas de países más.
Pero hubo algún rayo de buenas noticias: el año pasado, hubo 35 países que limitaron la libertad, el número más bajo desde que comenzó la tendencia más reciente de declive democrático en 2005. Mientras tanto, casi el mismo número de países (34) experimentaron mejoras, lo que sugiere que se puede estar produciendo un cambio.
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Freedom House señaló: “Aunque los autoritarios siguen siendo extremadamente peligrosos, no son imbatibles. Mientras tanto, las alianzas democráticas demostraron solidaridad y vigor”.
Parte del aumento de la libertad puede atribuirse al retroceso de las restricciones pandémicas, pero eso no es todo. Los partidarios de la democracia se han hecho oír y han ganado batallas clave.
El asalto de Rusia a Ucrania también ha puesto de relieve la disyuntiva entre autocracia y democracia, lo que ha llevado a gran parte del mundo a ponerse del lado de Ucrania.
Sin embargo, no todos los países aceptan la premisa de que la lucha de Ucrania es una contienda por la libertad y la democracia. Muchos gobiernos del llamado Sur Global han rechazado este planteamiento. Sin duda, los gobiernos –si no la población– de India, Sudáfrica y otras naciones del hemisferio sur se han mostrado reacios a apoyar a Ucrania.
La propaganda rusa ha explotado durante mucho tiempo el resentimiento latente contra el pasado imperialista de Occidente y sus recientes intervenciones en política exterior, promoviendo ahora la idea de que Ucrania es una marioneta de Occidente. La narrativa es particularmente poderosa en América Latina, donde los medios de comunicación controlados por el Kremlin, como RT, tienen grandes audiencias.
Pero cuando los tanques rusos irrumpieron en Ucrania, muchos otros países vieron un atropello flagrante y no provocado de la soberanía de Ucrania en una batalla continua de libertad contra opresión. Para los vecinos de Rusia en particular, el Kremlin encarna ahora los riesgos para su propia libertad.
Por eso, en Tiflis, capital de la República de Georgia, los manifestantes salieron a la calle esta semana para denunciar un proyecto de ley que apodaron la “ley rusa”, que habría obligado a las organizaciones que reciben una fracción de su financiación del extranjero a registrarse como “agentes extranjeros”. El proyecto de ley las habría sometido a una mayor vigilancia gubernamental y habría dificultado el ingreso de Georgia en la Unión Europea. Una ley similar en Rusia fue clave para desmantelar la sociedad civil.
Pero este jueves, tras dos noches de protestas en la capital, el partido gobernante de Georgia anunció que retiraría el controvertido proyecto de ley. Fue una victoria para la sociedad civil, pero también una advertencia de lo que este gobierno es capaz de hacer.
En otros lugares, los defensores de la democracia también están muy atentos a los intentos de reescribir las normas por parte de líderes con tendencias autoritarias. Aunque anteriormente propuestas legislativas similares podrían haber pasado desapercibidas, los ciudadanos de muchos países parecen más conscientes de lo que está en juego, dada la erosión de la democracia en todo el mundo.
Durante nueve semanas consecutivas, los israelíes han protagonizado algunas de las mayores protestas de la historia del país. Intentan frenar los planes de la actual coalición de gobierno de reformar el sistema jurídico de forma que se socaven la independencia del poder judicial, el Estado de Derecho y la separación de poderes. Entre otros cambios controvertidos, un proyecto de ley permitiría que una mayoría simple de la Knesset, o Parlamento israelí, anulara las sentencias del Tribunal Supremo.
La reacción contra la ley no tiene precedentes en el país. Incluso los reservistas militares de élite de la alardeada fuerza aérea de Israel, las fuerzas especiales y la inteligencia militar han dicho que se negarían a servir si el plan para debilitar al Tribunal Supremo entra en vigor. El ex primer ministro, Ehud Barak, la calificó de “la peor crisis” desde la fundación del Estado moderno de Israel.
En México, la plaza central de la capital, el Zócalo, se llenó de manifestantes a finales de febrero, en una demostración de fuerza contra una ley que socavaría la autoridad electoral independiente del país. Los organizadores calcularon que acudieron unas 500.000 personas.
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La ley, ya aprobada pero impugnada ante los tribunales, recortaría drásticamente el presupuesto del Instituto Nacional Electoral (INE) y modificaría la forma de seleccionar a sus principales miembros. Según los críticos, equivale a dinamitar los cimientos de las instituciones democráticas mexicanas.
Los esfuerzos populares por fortalecer la democracia, junto con las manifestaciones en Tiflis, Tel Aviv, Ciudad de México o en lugares donde protestar puede poner en peligro la vida, como en Teherán o Kabul, demuestran que el anhelo de libertad y democracia es real.
Como nos recuerda el informe de Freedom House, algunos países que solían ser profundamente represivos se están convirtiendo en democracias sólidas, y las democracias que se han enfrentado a graves desafíos han demostrado ser resilientes. Ese compromiso de tantas personas de seguir luchando por la libertad es lo que garantiza que ninguna autocracia dure para siempre.
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